Categoría: Sociología Global

Incertidumbres, retos y potencialidades del siglo XXI. Grandes tendencias Internacionales

En Cisolog: http://cisolog.com/sociologia/incertidumbres-retos-y-potencialidades-del-siglo-xxi-grandes-tendencias-internacionales/ Durante los días 11, 12 y 13 de noviembre de 2009 tuvo lugar el XI FORO DE TENDENCIAS SOCIALES: Incertidumbres, retos y potencialidades del siglo XXI. Grandes tendencias … Continúa leyendo Incertidumbres, retos y potencialidades del siglo XXI. Grandes tendencias Internacionales

Reseña amplia de La Sociedad Dividida de José Félix Tezanos

En Cisolog: http://cisolog.com/sociologia/resena-amplia-de-la-sociedad-dividida-de-jose-felix-tezanos/ Cada vez nos encontramos más inmersos en una transición social sin parangón, solamente comparable a la que tuvo lugar cuando las sociedades agrarias tradicionales pasaron a las sociedades industriales … Continúa leyendo Reseña amplia de La Sociedad Dividida de José Félix Tezanos

“Somos solitarios conectados”

Zygmunt Bauman. Conferencia: ¿Tiene futuro la solidaridad? en Madrid, 15 de Octubre de 2011.

Por Rubén Crespo.  1 de Noviembre de 2011.
 
Foto: Konrad Pustoła para Solidarność Camp

El pasado sábado, 15 de octubre, Madrid tuvo el gran privilegio de recibir la visita de uno de los pensadores sociales más reconocidos a nivel mundial, Zygmunt Bauman: sociólogo, filósofo, profesor emérito de la Universidad de Leeds y de la Universidad de Varsovia, y Premio Príncipe de Asturias de la Comunicación y Ciencias Sociales 2010. Bauman, el inventor del término y concepto ‘modernidad líquida’, se presentaba como el invitado estrella del proyecto organizado por Solidarność Camp, con ocasión de la Presidencia Polaca de la Unión Europea, para dar una conferencia sobre el futuro de la solidaridad en Matadero, Madrid.

La conferencia fue el plato fuerte de Solidarność Camp, que en un intento de retomar el movimiento del sindicato Solidaridad enla Poloniade los años 80, han pretendido ayudar a pensar críticamente sobre cuestiones clave del futuro europeo:¿Dónde queda la solidaridad? ¿Qué es lo que quedó de aquellos valores y cuántos fueron devastados por el consumismo, los mecanismos de la economía de libre mercado, la creciente materialización de la vida, la avaricia, la identificación del aislamiento con la seguridad, entre otras cosas? ¿Es solidaridad una idea viva de la constitución europea y la civilización o sólo un emblema tras el que ocultar intereses cínicos?

El sábado, 15 de octubre, era un día bastante especial; había concentraciones convocadas en 45 países para un cambio con «dignidad, democracia directa y proactividad». Zygmunt Bauman comenzó su conferencia mencionando a estos movimientos, en especial a «Ocupa Wall Street» de Nuev York, que declara ser la indignación del 99% de la población contra el 1% que ha hecho mal las cosas. ¿Serán capaces movimientos como «Ocupa Wall Street» o el 15M de recrear el movimiento del sindicato Solidaridad enla Poloniade los años 80 liderado por Lech Walesa? Parece que en nuestros días se dan circunstancias similares por las que surgió el movimiento Solidaridad. Pero Bauman todavía no está muy seguro de que estos movimientos vayan a regenerar una solidaridad permanente. En un análisis en clave sociohistórico, también el movimiento Solidaridad en Polonia se inició con mucha esperanza, se forjaron muchas uniones entre la ciudadanía, se consiguieron muchos de los objetivos propuestos… Todo fue muy bonito y maravilloso, pero… al final surgieron divisiones y los lazos se disgregaron.

Vivimos en unos tiempos que Bauman denomina de “interregno” (tiempo en el que una época muere y una nueve empieza ahora), que tienen que ver con la manera de organizar nuestras vidas y las sociedades, las formas de pensar, la lógica del momento… Hoy, existe una serie de cosas que ya no funcionan en nuestra vida. Al igual que hace muchos años, cuando llegaba una plaga o epidemia y no sabíamos que iba a ocurrir, en nuestro tiempo existe esa misma sensación de incertidumbre. Es mas, aunque supiéramos qué va a suceder, la mayoría de la gente somos incapaces de reaccionar ante ello para solucionar los problemas y mejorar el presente. Hoy, más que nunca, existe una gran deseabilidad de remplazar la organización sociopolítica y construir un nuevo edificio en el cual a todos nos gustaría vivir. Pero… ¿cómo debe ser ese edificio?

Según Bauman, el precariado, término que sustituye al antiguo concepto de proletariado, está en la base de la solidaridad. Ya no queda mucho proletariado como el que antaño conocimos en la lucha de clases tras la ‘revolución industrial’, y los poco que queda de él, tiene mucho miedo a reclamar. Sabe de la facilidad que tiene un jefe, gracias a los grandes avances de las tecnologías de la información y la comunicación, de coger el móvil, hacer unas cuantas llamadas, y en poco tiempo desplazar los medios de producción a otra nación. Ya no es posible la solidaridad pesada de las fábricas porque ya no existen las fábricas. Por tanto, el poco proletariado que queda se ha debilitado de tal forma que su capacidad de incidencia política es residual. Que no haya proletariado como antes, no significa que hayan mejorado las condiciones. El proletariado ha sido sustituido por el precariado, que incluye a las clases medias. Más abajo están la subclases, personas que están fuera del sistema, o mejor dicho, no son adscritos a ninguna clase (excluidos socialmente).

Hasta ahora, puede que mucha gente haya tenido éxito y no le hayan acaecido hechos desfavorables. Sin embargo, aunque todo haya ido bien, ahora la sensación de un futuro incierto es más intensa y constante. La incertidumbre, el miedo, la ansiedad son, precisamente, los fenómenos que están uniendo a los individuos actualmente. Pero, todavía los individuos que estamos en ese 99% de indignados, no sabemos qué hacer. El proceso de individualización en el que nos hemos sumergido cada vez más, hace creer que el individuo es el creador de su propia vida y él es el responsable, tanto si triunfa como si fracasa. Es éste un fenómeno, como dice Anthony Giddens, que pertenece a una nueva esfera social donde todo tiene su propia ‘política lógica’. Se supone que individualmente tenemos la responsabilidad de encontrar siempre soluciones, aunque sea a problemas globales; pero existe una inmensa distancia entre ‘ser individuo’ y ‘ser institución’. Entre la teoría y la praxis hay un gran abismo: el ‘individuo en teoría’ no es igual al ‘individuo en la práctica’.

Ante la idea del precariado como una nueva clase mundial y ante la incertidumbre, el Bauman formula las siguientes preguntas: ¿Será esta nueva clase capaz de cambiar las cosas que le indignan?, ¿Van a poder sustituir la sociedad actual por una mejor?, ¿Dónde queda la solidaridad en toda esta sombría amalgama de acontecimientos inciertos? Bauman piensa que, más que solidarios, “somos solitarios conectados”.

Gracias a la revolución de las TIC (sobre todo las redes sociales en Internet), es muy fácil convocar a la gente para salir a la calle a indignarse y protestar por buenas causas; pero, también es muy fácil manejar las emociones y manipular este tipo de movimientos sociales a los que estamos asistiendo actualmente. El individuo tiene la percepción de una victoria subjetiva, es decir, pasa de ser un solitario a sumarse en masa en un ámbito de pertenencia. Como miembro de la muchedumbre, el individuo se siente unido a otros para manifestarse y gritar los mismos eslóganes. El individuo encuentra por fin una de sus mayores satisfacciones en esta sociedad individualizada. Sin embargo, las emociones, aunque tengan mucho poder para conseguir grandes cosas, desaparecen enseguida. Las emociones tienen una vida muy corta. Éste es el problema de nuestro momento y es necesario profundizar sobre ello.

A diferencia de las antiguas clases, lo que une al precariado, es una sensación de pulverización y de atomización. Sean cual sean las causas de la indignación, los miembros del precariado sufren una especie de castigo individual por no ser lo suficientemente listos o lo suficientemente trabajadores. Los miembros del precariado, hasta ahora, raramente han encontrado intereses comunes; ha habido siempre una sensación de estar cada uno a lo suyo. Es decir, existen muy buenas intenciones, pero el resultado final parece que queda en manos del destino, haciendo gala del refrán “el hombre propone y Dios dispone”.

De todo lo anterior, Zygmunt Bauman no se esconde en decir que se muestra todavía bastante escéptico con todo este tipo de movimientos, como el 15-M y «Ocupa Wall Street», y alude a una reflexión metafórica de hallar las diferencias entre ‘revolución’ y ‘mina’. No obstante, aunque Bauman no contesta a las preguntas anteriores, ni tiene recetas seguras para construir una sociedad mejor, apunta la necesidad de resucitar la idea misma de “la buena sociedad”: una sociedad sin divisiones, no tóxica… Sólo después de este ejercicio –y no antes- llegará la solidaridad.

Por otro lado, Bauman no condena con exclusividad a la clase política. Sin embargo, sí advierte de la existencia de un divorcio entre el Poder y la Política. Mientras el Poder es la capacidad para hacer cosas, la Política es la capacidad para decidir qué cosas hacer. Poder y Política se han convertido en dos actores globales que van por caminos separados. La Política ya no dispone del poder tradicional, por esta razón, Bauman dice que los políticos no necesariamente tienen la culpa; hagan lo que hagan, no tienen suficiente capacidad para hacer cambiar las cosas. Por tanto, urge restablecer el equilibrio entre Política y Poder.

Momentos previos a la conferencia. Zygmunt Bauman a la izquierda conmigo en el centro y mi compañero del CECPS, Rafael Domingo, a la derecha.

Retomando la idea de “la buena sociedad”, la primera noción a entender, para no estancarse, es el “bien común”. Es necesario, pues, un sentido de misión colectiva. ¿Cómo llegamos a esa idea del “bien común” y “la buena sociedad”? Bauman no contesta, no tiene recetas, e incluso, nos advierte de no confiar en sociólogos con métodos de bola de cristal. La ambición de Bauman no va más allá del esfuerzo que haya podido hacer para realizar un correcto análisis de la realidad social y mostrarnos sus resultados.

No obstante, Bauman da algunas referencias para poder transitar por caminos provechosos. Por ejemplo: crear escenarios parecidos a laboratorios donde la gente pueda buscar nuevos medios de acción, haya posibilidad para la heurística y se puedan producir comportamientos ejemplares que exhibir. Al igual que Richard Sennett, Bauman apoya la colaboración informal abierta como procedimiento que nos aproximará a una idea y a una praxis de sociedad más justa. Se trata de crear polílogos en múltiples perspectivas que no presupongan reglas por anticipado. No se pueden decidir por adelantado las reglas que van a tener que ser tenidas en cuenta para una sociedad más próspera. Por tanto, las reglas se irán estableciendo en el transcurso del propio diálogo (el polílogo). Sólo desde la informalidad se podrá llegar a la colaboración y a la cooperación para poner en práctica las ideas.

Bauman intentó explicar esto último alegóricamente a partir de la maquiavélica trampa de la diversidad que puso en práctica Mao Tse-Tung, el cual  dejo que florecieran 100 flores -haciendo creer que preservaba la diversidad- para luego destruir las 99 flores que no podían ser toleradas. Es éste un ejemplo donde sólo un individuo elige qué flor seguirá con vida. Ante el dilema de no saber cuál es la mejor flor, se precisa  una mente abierta al debate, al diálogo, a la reflexión. Concediendo al diálogo (al polílogo) el tiempo suficiente, será más probable que cada vez más gente llegue al consenso de decidir qué flores permitir que florezcan; e incluso, hasta se podrá llegar a saber si es más conveniente que existan las 100 flores.

Foto: Konrad Pustoła para Solidarność Camp

Zygmunt Bauman terminó la conferencia calificando su discurso de vago e indeterminado. La sensación de indeterminación se debe a que muchas veces anhelamos la simplificación y quisiéramos hacer el mundo menos complejo, pero no se puede, ni se debe caer en ese error. Toda vez que se tienda a simplificar, sería hacer del mundo una cárcel. Estamos en un “interregno” indefinido, indeterminado. Estamos rodeados de brumas.

Enlazo aquí el vídeo en youtube de la entrevista que le hicieron y retransmitieron en el programa Para todos la 2:

Lógicas, las ocultas, y motivos para seguir indignándose

Respecto al tema específico de las controversias y manifestaciones surgidas a raíz de los recortes que han aplicado determinadas comunidades autónomas en el sector educativo, llevo oyendo y leyendo muchas noticias, hablo con gente, les escucho (tengo muchos conocidos del ámbito educativo con diversas opiniones). No he querido manifestarme sobre este asunto en concreto -en muchas ocasiones ha sido un morderme la lengua- sobre todo por miedo a equivocarme, pues creo que es un asunto complejo y que se debe abordar con seria profundidad. Digamos, que por un lado está la calidad del sistema educativo (los informes PISA año tras año nos dan bofetones); y por otro lado está el presupuesto y los recursos educativos. A día de hoy, todavía no he visto una teoría que explique que la inversión en recursos educativos (humanos y tecnológicos), tal y como se ha venido haciendo, sea la condición necesaria y suficiente para promover la calidad educativa. Vaya por delante que me estoy refiriendo a educación en el ámbito escolar.

Tras un serio plan de ajuste y recortes, parece lógico y no debe resultar extraño -sociológicamente hablando- que gran parte del sector afectado salga a la calle a protestar. De otra parte, podríamos analizar los argumentos eximidos, la intensidad y el volumen de estas manifestaciones introduciendo conjeturas que contestaran a preguntas del tipo: ¿qué hubiese pasado si en vez de hacer estos recortes el partido político X lo hace el Y? Pero no es éste el asunto que me ha motivado a realizar el presente artículo.

La lógica obliga a mirar todas las caras del prisma, y si abordamos el problema desde un punto de vista más lejano (a veces ayuda), veremos que el sistema de bienestar al que hemos estado acostumbrado antes de la crisis, al verse mermadas las arcas del estado, cada vez resulta más difícil de sostener. Es lógico que el Estado, al tener cada vez menos ingresos, tenga que reducir las coberturas. Y como la cosa es grave, tiene que reducir bastante. Y para hacer recortes sustanciales, siendo lógicos, se hacen de las partidas presupuestarias que mayor porcentaje representan en el gasto público. Hasta aquí, como vengo diciendo, todo es lógico; tan lógico que hemos reducido este asunto a un sencillo modelo matemático del que se llegará a la conclusión siguiente: se elimina necesariamente (?) ‘Xg’ gasto correspondiente A ‘Xi’ ingresos no disponibles, y se quita de aquí o de allí.

Al final es una política de repartir disgustos proporcionalmente, si no ¿les metemos otro pellizco a los pensionistas? o ¿rebajamos las coberturas por desempleo? Lógicamente (seguimos siendo lógicos) no parece una buena política asignar más disgustos a estos dos últimos sectores, ya de por sí bastante ‘inflamados’.

Nicolas Sarkozy y Angela Merkel, en su rueda de prensa conjunta en Berlín. Foto: F. BENSCH (REUTERS)

Se acabaron las lógicas, ahora se trata de lo que se ha venido conociendo como ‘ser políticamente correcto’. Ahora viene mi querido compañero de la UNED y del CECPS, Víctor Riesgo, con la noticia de la recapitalización de los bancos y con sus sensatas argumentaciones, y me da una patada en todo el trasero que se me van las lógicas a tomar vientos. Entonces empiezo a pensar en la «no lógica». Como bien dice Victor, no es lógico que se estén realizando serios recortes (el ‘Xg’) a las coberturas básicas del estado de bienestar, tales como la Educación o la Sanidad (que en el fondo se ha demostrado que el ‘bienestar’ lo teníamos pillado con alfileres) y se ingrese dinero público (el ‘Xi’ que supuestamente no estaba disponible) a los bancos para mantener un tinglado (y lo quiero decir así, de forma despectiva) en el que sólo se beneficia un porcentaje muy pequeño de la población… ¡qué leches!, también hay que decirlo en tono despectivo, es decir, en el que sólo se benefician unos cuantos.

Pues sí, me cabrea y me indigna. Como dice la canción de Ana Belén: «si un traidor puede más que unos cuantos, que esos cuantos no lo olviden fácilmente». Sigue habiendo razones para indignarse.

No debemos pasar por alto que nuestros sistemas educativos surgieron con el industrialismo bajo su modelo organizativo. En palabras del pedagogo y gran amigo Juan Miguel Batalloso:

La idea de concentrar grandes masas de alumnos en un edificio para ser trabajadas por unos operarios denominados profesores y bajo una dirección centralizada y profundamente burocrática es sin duda un concepción netamente industrial. Se trataba de conseguir unos productos o titulaciones intercambiables en el mercado, para cuya obtención era necesario superar una serie de controles especializados y disciplinarios. Dicho con otras palabras: la escuela era la institución por excelencia que se encargaba de producir y reproducir técnica e ideológicamente la fuerza de trabajo. En términos generales, aunque con excepciones sustantivas pero de escaso impacto social, la escuela era la encargada de proporcionar unos mínimos de formación profesional de base y unos máximos de inculcación ideológica para aceptar y obedecer al (des)orden social establecido.

Esto quiere decir que todavía me queda alguna lógica para volverla a introducir en la explicación del «por qué nos hacen esto». Se trata de la lógica oculta. ¿Podría ser, tal vez, la lógica oculta del industrialismo en su forma capitalista, o como prefieren llamarlo ahora, el postindustrialismo en su forma neoliberal? No lo tengo muy claro. Esto ya empieza a sonar a tópico, pero de lo que sí estoy seguro es que hay lógica oculta.

Rubén Crespo
10 de octubre de 2011

Cura para ingenuos en las sociedades corporativistas

Las sociedades en las que nos ha tocado vivir –evidentemente hablo sobre las sociedades occidentales ‘desarrolladas’– han recibido últimamente muchas denominaciones y calificativos: sociedad de la información, sociedad científico-tecnológica, sociedad de post-industrial, sociedad hipermoderna, sociedad del conocimiento, sociedad del consumo… Pero hay una que me parece muy destacable: sociedad corporativa o sociedad corporativista. Pero no entendidas estrictamente como corporativismos (concepto sociológico de funcionalismo estructural), sino como la sociedad de las empresas, donde -como dice Zygmun Bauman- el Poder se ha divorciado de la Política; es decir, donde las grandes corporaciones transnacionales, difíciles de ubicar en un lugar geográfico determinado, ostentan hoy un poder inconmesurable, tanto en el panorama económico como en el sociopolítico y cultural. Como cura contra la ingenuidad, quiero dejar hoy un par de vídeos que ilustran muy bien esto que quiero decir.

El primer vídeo es una de las mejores escenas de la película Network, un mundo implacable (Sidney Lumet, 1976). Un análisis sobre el poder de la televisión, que retrata un mundo competitivo donde el éxito y los récords de audiencia imponen su dictadura. Howard Beale, veterano presentador de un informativo, es despedido cuando baja el nivel de audiencia de su popular programa. Sin embargo, antes de abandonar la cadena, en una reacción inesperada, y ante el asombro de todos, anuncia que antes de irse se suicidará ante las cámaras, pegándose un tiro en directo. Este hecho sin precedentes provoca una gran expectación entre los televidentes y los propios compañeros de Howard. La escena que enlazo es el «cruel orden natural de las cosas» en las sociedades corporativistas.

El segundo vídeo reproduce el discurso que Salvador Allende pronunció en 1972 en la ONU, donde no sólo denunciaba la hostilidad de EEUU, sino para denunciar algo mucho peor: la falta de control sobre las multinacionales y su papel nefasto en lo que hoy se conoce como la dimensión negativa de la globalización. Era el capítulo anterior del neoliberalismo que hoy gobierna el mundo. Si esta última afirmación es muy contundente, al menos se deberá reconocer que las grandes corporaciones transnacionales ejercen una poderosa influencia en la gobernabilidad de los estados a escala global. (Véase: lobbying, o cabildeo en su terminología española).

Para despejar incertidumbres sobre la radiactividad

Por suerte o por desgracia, recientemente me había leído La venganza de la Tierra de James Lovelock, antes de que ocurriera las catástrofes ocasionadas por el terremoto y el tsunami en Japón, y los consiguientes problemas de la Central Nuclear de Fukushima. Y es lo que me ha llevado a escribir esta nota para despejar algunos miedos irracionales sobre la conveniencia de la energía nuclear. Por cierto, el libro lo recomiendo. No se trata de un mero panfleto ecologista. Opino que el lector curioso conocerá la teoría de Gaia, una teoría que va más allá de la evolución de Darwin, a la vez que se concienciará con buen rigor sobre los problemas climáticos a los que tendrá que enfrentarse la humanidad debido a la continua emisión de gases nocivos a la atmósfera. Mención aparte, Lovelock da un serio repaso sobre las virtudes y defectos de todas las fuentes de energía posibles hasta ahora conocidas.

Parece raro que James Lovelock, tachado de ecologista radical pesimista muchas veces, sea uno de los fieles defensores de la energía nuclear. El autor da suficientes y serios argumentos para su justificación. Y es que la energía nuclear, hoy por hoy, parece ser la única alternativa para el desarrollo sostenible de los países desarrollados y en vías de desarrollo. Pero no se confundan, no se debe entender como la solución final, sino como temporal mientras se investigue otro tipo de fuentes de energía alternativas, como las renovables, las cuales resultan actualmente todavía demasiado caras ya que no ha habido suficiente tiempo para una implantación y su respectiva amortización. Caso aparte sobre las renovables, existen bastantes inconvenientes en su discontinuidad, y lo que es más importante, es una ilusión que se pueda obtener de ellas toda la energía que consume hoy el mundo desarrollado. Por ejemplo, para cubrir las necesidades energéticas de toda Inglaterra sólo con energía eólica, se precisarían 276.000 turbinas, es decir, tres turbinas por cada dos kilómetros cuadrados.

Teniendo en cuenta que la energía nuclear es actualmente más segura que las procedentes de la combustión de fósiles (existen estadísticas  que lo corroboran: ver Informe 2001 del Instituto Paul Scherrer de Suiza), el dilema surge cuando hay una percepción muy negativa sobre este tipo de energía. Pero se puede entender que las bombas de Hiroshima y Nagasaki; y el accidente de Chernobyl impactaron comprensiblemente, pero negativamente, a toda la sociedad. Los medios de comunicación han tenido su gran parte de protagonismo. Es ingenuo pensar que la mayoría de ellos sirven siempre a ciertos intereses, sobre todo a los suyos propios que es llevar con inmediatez el sensacionalismo de las noticias. La publicidad, la propaganda y la ficción bien escrita son muy eficaces. Por ejemplo, cuando ocurrió la catástrofe de Chernobyl en 1986, los medios de comunicación tradicionales cifraban en más de 30.000 los muertos a causa del accidente nuclear. Expertos biólogos de la OMS (Organización Mundial de la Salud) examinaron a los habitantes de la zona por la nube radiactiva catorce y diecinueve años después del accidente, y sólo encontraron pruebas de que hubieran fallecido no más de 65 personas. Se trataba de trabajadores de la central, bomberos y otros que valientemente lucharon contra el fuego en el reactor. Es de obligación citar a todos los que están luchando ahora mismo en la Central de Fukushima y rendirles homenaje y consideración por su heroicidad.

Siguiendo con el caso de Chernobyl y ante el posible escape de un considerable volumen de radiactividad en los reactores dañados de Fukushima, es necesario despejar algunas dudas existentes entre la población sobre la radiobiología. Los epidemiólogos han establecido conexiones directas entre la dosis de radiación recibida y la muerte por cáncer. Gran parte de estas investigaciones proceden de la radiación a la que se vieron expuestos los habitantes de Hiroshima tras el lanzamiento de la bomba atómica y, también, de los histiriales de radiólogos y trabajadores expuestos a radicación durante su vida laboral. El  UNSCEAR (Comité Científico de Naciones Unidas para el Estudio de los Efectos de la Radiación Atómica) publicó un informe en el 2000 en el que se afirmaba la relación directa y lineal de la radiación y sus daños al organismo humano. De sus conclusiones se podría exponer que la población entera de Europa sometida a una radiación de diez milisieverts (cantidad equivalente a 100 radiografías) causaría 400.000 muertos. Dicho así, la cosa parece muy grave, pero se trata de una forma tergiversada de presentar los hechos. Como dice Lovelock “el asunto no es si moriremos sino cuándo moriremos”. Si las 400.000 personas murieran una semana después de la irradiación, evidentemente hablaríamos de una catástrofe terrible. “Pero ¿y si todas esas personas vivieran sus vidas con normalidad pero muriesen una semana antes de lo esperable?”. Muchas investigaciones en radiobiología han concluído que una exposición a diez milisieverts de radiación reduce la esperanza de vida en cuatro días. Visto de esta otra manera, las conclusiones resultan menos espectaculares y menos sensacionalistas. Si se hacen cálculos, las personas del norte de Europa que se vieron expuestos a la radiación de Chernobyl, habrían reducido su esperanza de vida entre una y tres horas.

Por tanto, no es asombroso que los medios de comunicación y los activistas antinucleares prefieran hablar de riesgo de muerte por cáncer. Produce más sensación hablar de muertes antes que de la pérdida de unas pocas horas de esperanza de vida. Por otro lado existe radiación nuclear natural procedente de los rayos cósmicos y de elementos radiactivos de suelo, aire y de nuestros hogares (líneas eléctricas, móviles, aparatos inalámbricos, etc) que pueden causar cáncer. Pero a pesar de ello, de media, vivimos mucho más que antes.

Es seguro que el accidente de Chernobyl, les haya costado a algunos habitantes de Ucrania y Bielorrusia varias semanas de vida. No menos, en esta ocasión, hay que ser imprudente con el panorama actual de la central de Fukushima. Por supuesto que es un caso grave, y no trato de restarle importancia. Sólo parto de la hipótesis de que, aunque ocurra lo peor: un gran escape radiactivo de los reactores, tal vez sus consecuencias no sean tan malas como se dice en los medios de comunicación. Y deseo con todo mi corazón no estar equivocado.

El problema de todo esto no es local, no sólo le afecta a Japón y sus aledaños, sino que es global. La opinión pública demoniarizará aún más a una energía que podría ser una alternativa viable. Pensar que vamos a poder seguir tirando siempre del petróleo es más irracional, no sólo porque se termine, sino por que el daño que hacen las emisiones de gases de efecto invernadero nos hará mucho más daño a la humanidad entera.

Para terminar, hay que tener en cuenta que los problemas que sufre hoy la central de Fukushima han sido ocasionados por uno de los terremotos más fuertes de la historia, lo cual, en caso de que al final se consiga estabilizar, cabría reflexionar que quizás las centrales nucleares son más seguras de lo que pensamos. Muchos pensarán que la energía hidroeléctrica, por ejemplo, es más inofensiva que la nuclear, pero imagínese que por un terremoto, ocurrido como en el de Japón, reventase una presa hidroeléctrica y la consecuente riada se llevara a unas cuantas poblaciones río abajo. Evidentemente estaríamos hablando de una gran catástrofe con muertes inmediatas y no en reducción de esperanza de vida.

Rubén Crespo

15 de marzo de 2011