Categoría: Homenajes

Algunas expresiones futbolísticas de mi padre

Paulo Futre en su etapa en el Atlético de Madrid, uno de los jugadores más venerados por mi padre.
Paulo Futre en su etapa en el Atlético de Madrid, uno de los jugadores más venerados por mi padre.

Hace ya más de seis años que mi padre nos dejó y, a pesar de todos estos años, apenas hay días en los que no me haya acordado de él. Casi todos los días tienen algún momento en el que surge alguna anécdota que me invita a preguntarme qué hubiese dicho mi padre sobre ella; y en muchos de estos momentos me sumerjo en una conversación interna con él, una práctica de mi particular religiosidad que para mí es la mejor manera de seguir sintiendo vivos a quienes nos dejaron.

Hoy, 27 de abril de 2015, el 81º aniversario del día del  nacimiento de mi padre, quiero hacerle un pequeño pero muy entrañable homenaje. De aquellas tantas cosas que surgen en la vida cotidiana y me hacen recordarlo, algunas de ellas aparecen cuando estoy viendo algún partido de fútbol en el que ocurren acciones para las que él tenía una expresión que repetía con bastante frecuencia cuando veíamos juntos el fútbol.

Mi padre era del Atlético de Madrid, y aunque a él le hubiese gustado que yo lo fuera también, una serie de enrevesadas influencias a mi alrededor en mi etapa infantil hicieron que yo me decantara por el Real Madrid. Así pues, parafraseando a Arrigo Sacchi, esta rivalidad por nuestras diferentes aficiones futbolísticas ocuparon una parte importante entre las cosas menos importantes de nuestra relación. Llegó un momento incluso en el que no podíamos ver los derbis madrileños juntos; la batalla verbal podía llegar a extremos poco saludables. Sin embargo, cuando jugaba la Selección Española, sobre todo en las fases finales de las competiciones internacionales, los mundiales y las eurocopas, la cosa era distinta, y podíamos ver el partido con bastante más armonía, aunque no faltaba algún que otro reproche de manera recíproca por algunos de los jugadores de nuestros respectivos equipos que jugaban en la Selección. Con todo, siempre me he sentido buen simpatizante del Atlético de Madrid, y desde que mi padre se fuera, todavía más. Sobre todo, me hubiese gustado que mi padre hubiese podido disfrutar con los últimos trofeos que ha ganado el Atleti y de la buena etapa que atraviesa como un equipo grande y luchador que ha recuperado gran reconocimiento internacional.

A continuación reproduzco algunas de las expresiones futbolísticas típicas de mi padre que le oía decir cuando veíamos partidos de fútbol juntos. Tal vez, todas o algunas, no sean expresiones de suyas propias, esto es, que es muy posible que antes se las oyera a otros que luego él se apropió de ellas e introdujera alguna variante. Sea como fuera, yo las recuerdo en su boca, y hoy las repito yo y lo menciono cuando surge la ocasión.

Si no está el portero es gol

Con esta expresión mi padre se refería a aquellas jugadas en las que algún jugador lanza a puerta pero con fuerza escasa y sin capacidad de sorpresa, de manera que el portero tiene tiempo más que suficiente para atajar la pelota. Mi padre usaba esta expresión de manera irónica, pero al menos valoraba que el disparo fuera entre los tres palos de la portería, diferenciándolo de aquellos que se iban a las nubes. Sin duda, esta es una de las frases que yo más repito cuando veo alguna acción similar en los partidos de fútbol que veo.

Al suelo vas

Mi padre tenía esta expresión reservada para aquellos jugadores rápidos y escurridizos que cuando cogen la pelota en algún contraataque peligroso la manera más probable de que pierdan la ocasión es que que algún jugador del equipo contrario les derribe en falta. Mi padre decía mucho esta frase cuando Paulo Futre, jugador que veneraba en su etapa en el Atlético de Madrid, realizaba alguna internada peligrosa en el área del equipo contrario. Naturalmente, en los partidos que más le oí decir esta frase era en los derbis madrileños.

Ya tenemos medio gol

La expresión más optimista de mi padre cuando la Selección Española jugaba con algún rival que a priori era superior a nosotros. Mucho antes de la brillante etapa de la Selección en la que logró ganar de manera consecutiva dos Copas de Europa y un Mundial, existía siempre cierta percepción de inferioridad contra rivales como Italia, Alemania, Inglaterra, Brasil, etc. Cuando alguno de estos rivales se cruzaba en alguna eliminatoria con España, mi padre veía el partido con mucha ilusión pero con una buena dosis de realismo escéptico con el que sabía que ganar sería una hazaña casi imposible. Así, durante el partido ante este tipo de rivales, puesto que las ocasiones claras a favor de la Selección Española eran muy escasas, el hacía una invitación al optimismo al contar los saques de esquina a favor como ocasiones claras de gol. Esta es una expresión que yo también repito en aquellos partidos que mi equipo dispone de muy pocas ocasiones porque el rival se presenta como duro de pelear.

Penalti-gol es gol

Esta expresión no sólo se la oía decir a mi padre, pero él la decía con frecuencia. Se trata de una expresión que hace más de dos décadas se solía decir mucho; hoy no tanto, debido a que se usa más la expresión de la que es consecuencia: «el árbitro ha aplicado la ley de la ventaja». La frase «penalti-gol es gol» se refiere a aquellas jugadas en las que un jugador recibe  falta dentro del área, esto es, penalti, pero que aún así la jugada continúa con la consecución del gol, de tal manera que si el árbitro pitara penalti perjudicaría al equipo que marcó el gol porque existiría la posibilidad de que el penalti no lo marcaran.

¿Qué ha hecho el Real Madrid?

No cabe duda de que esta pregunta no es una expresión típica de alguna acción concreta de un partido de fútbol, pero mi padre me hacía esta pregunta en algunas ocasiones. En realidad él ya sabía la respuesta. Mi padre era de los que escuchaban todos los partidos radio en mano pegada a la oreja. Así, sólo me hacía esta pregunta cuando sabía que el resultado había sido negativo para el Real Madrid con el fin de chincharme un poco. Naturalmente que yo también le hacía la misma pregunta cuando el resultado era muy abultado a favor del Real Madrid o le preguntaba por el Atleti cuando sabía que había perdido.

Seguramente mi padre tenía otras expresiones futbolísticas que ahora mismo no recuerdo. Cuando recuerde alguna más intentaré incluirlas igualmente en este post. Lo importante es que éstas son para mi expresiones muy nostálgicas porque me hacen revivir aquellos apreciados momentos que compartía con mi padre viendo fútbol y hablando de fútbol. Muchas gracias por compartirlos conmigo, papa. Un beso muy fuerte.

Rubén Crespo

27 de abril de 2015

Unas breves palabras para Luis Castro Nogueira

De izquierda a derecha: Luis Castro, Miguel Ángel Castro, Rubén Crespo y Laureano Castro | Foto. RC
De izquierda a derecha: Luis Castro, Miguel Ángel Castro, Rubén Crespo y Laureano Castro | Foto: RC

En tu 63º Aniversario, Luis Castro, la burbuja sinneóntica de tu obra que invita a entretejerse e im-plikarse en una sociología más fresca y heurística sigue viva, y cobrará más vitalidad con el paso del tiempo.


 

Unas breves palabras en homenaje al profesor Luis Castro Nogueira*

 

Muchas gracias por la amabilidad con la que siempre me atendiste desde el principio; por las reflexiones y las sugerencias que proponías a mis preguntas; por haberme enseñado las maravillosas posibilidades que tiene hoy el «programa naturalista» (biología evolucionista, neurociencias, sociobiología, ecología cultural, psicología evolucionista y las ciencias de la vida en general) para las ciencias sociales, de manera que se pueda abordar el tema de la «naturaleza humana» de una forma auténticamente empírica sin especulaciones filosóficas esencialistas.

Muchas gracias por haberme introducido en ese «metainvernadero del ser» que es el del «Homo Suadens», donde hemos encontrado más sentido en las prácticas y las emociones que en los meros contenidos de los «retablos categoriales».

Muchas gracias por haberme enseñado frases como: «… toda propuesta ideológica entraña siempre una axiomática en la que sólo cabe discutir racionalmente acerca de las tesis derivadas (teoremas), pero no de sus axiomas o principios, que dependen enteramente de nuestras preferencias aprendidas» (Revista Empiria, Nº 23-2012, p. 72).

Muchas gracias por esto y por mucho más.

Aún hoy me cuesta asumir que ya no estás ahí para poderte escribir y comentar cosas que siguen interesándome del gran trabajo que has realizado junto a tus hermanos y otros grandes amigos tuyos, para preguntarte sobre tus próximos proyectos, para saber cuánto quedaba de tu nuevo libro junto a MH de Ossorno, «Noviembre de Madrid (1936). De artes, espacios y tiempos. Memorias sin Historia de un episodio de la guerra civil española».

Con todo, siento y se que seguimos dialogando a través de las relecturas que hago de tus libros, de artículos tuyos que voy descubriendo en diferentes revistas. Todavía me queda mucho por aprender de ti. Me siento en deuda y debo seguir trabajando para comprender muchos de tus escritos que son para mi de una riqueza inagotable.

En mi memoria seguirás siempre (Dios me la conserve); por eso en tantas otras cosas que leo no puedo evitar aplicar el filtro del valioso arsenal epistemológico y metodológico que has puesto a mi (nuestra) disposición y que, al tiempo, se hará justicia en tu reconocimiento dentro y fuera del mundo académico de las ciencias sociales.

Un abrazo por siempre, Luis.

Rubén Crespo

19 de febrero de 2015

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Notas:

El profesor Luis Castro Nogueira, después de varios años batallando contra una grave enfermedad, falleció el día 18 de septiembre de 2014. Luis Castro era profesor titular del Departamento de Sociología I, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UNED. Para quien siga con frecuencia este weblog, Luis no le resultará desconocido. Desde que conocí a Luis, en Cisolog siempre ha tenido (y tendrá) un lugar especial. Su obra, especialmente su Risa del Espacio y su Naturalismo Suadens, es un semillero de ideas originales que invitan a una nueva sociología. Una sociología con más aire fresco que abre puertas para conocernos más y mejor nuestra auténtica «naturaleza humana».

La foto de cabecera, junto a los hermanos Castro Nogueira («Castro Three», como una vez dijo Luis), fue tomada el día 19 de marzo de 2014 en El Café El Parnasillo después la Tertulia sobre “Movimientos sociales: el retorno de las emociones y el bienestar en la cultura” que Luis ofreció, junto a sus hermanos, un buen puñado de compañeros de su Departamento de Sociología I en la UNED, buenos amigos y algunos estudiantes ilusionados, yo entre ellos. De izquierda a derecha: Luis, Miguel Ángel, el que escribe, y Laureano).

Recuerdos, un deseo y una definición del amor

25º Aniversario del enlace de Marivi y Antonio

(20 de Junio de 1987)

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Retrato de Marivi y Antonio, realizado por Lola Beneytez

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Cuando empecé a escribir este texto que hoy os leo, antes que entregarlo a deseos sentimentales y románticos sobre el amor y la fidelidad, pensé que sería más valioso entregarlo a los incontables recuerdos que tengo de vosotros ―y con vosotros― en estos 25 años.

Es la memoria uno de nuestros bienes más preciados, no sólo cómo capacidad o facultad de recordar, sino también como el soporte en el que quedan impresas las huellas o trazas del pasado, las que nos van definiendo y nos van haciendo tal y como somos. Y no sólo eso, pues es en la memoria de todos los que nos rodean donde nuestras vidas se extienden, e incluso, donde podemos existir eternamente.

Por ello, quiero hoy evocar algunos maravillosos recuerdos de estos 25 años, recuerdos que he rescatado de mi memoria en estos últimos días. Naturalmente, no os podré leer todos porque ni todos los que he recordado son los que tengo, ni todos los que tengo son los que os puedo leer, si no me extendería mucho.

Antes de que alcanzara ―como se suele decir― el ‘uso de la razón’, vosotros ya llevabais varios años casados. Esto es por la diferencia generacional. Según la literatura sociológica, vosotros estáis entre la generación del “baby boom” y la “X”. Yo estoy en la “Y”, la de los “migrantes digitales”. Rara avis que yo llegara al mundo con esta importante diferencia de años con respecto a Marivi. Nunca he pensado en mi concepción como un error, pero creo que lo mío no debió ser una cosa muy planificada de antemano.

Y esto para mí es importante, pues al estar mi infancia muy vinculada a los primeros años de vuestro matrimonio, habéis sido para mí como unos segundos padres; unos padres, desde luego, más divertidos, que me sacabais por ahí, y yo disfrutaba mucho con vosotros. Recuerdo algunos fines de semana estar encerrado durante muchas horas en casa con mis padres (y que me perdone mi madre aquí presente, y mi padre en otro lugar) a los que yo veía un poco carrozas, pero luego llegaban Marivi y Antonio, y estaba siempre deseando que me preguntaran aquello de “¿te vienes con nosotros?”. No había dudas en mi respuesta.

Como ya he dicho, por la diferencia generacional, apenas tengo recuerdos de mi hermana Marivi antes de que conociera a Antonio. Sólo que compartimos algún tiempo habitación y ella se quedaba dormida con el libro abierto y la luz encendida (cosa que no le gustaba mucho a mi padre… Sobre todo, lo de la luz). Recuerdo que mi hermana se disgustó mucho cuando a mi me dio por ver el efecto que tenía ponerle unos petardos a un coche de colección que le regalaron. También ―pero esto ya no es que lo recuerde, sino que me lo han dicho― se que fue mi hermana Marivi la primera en cogerme en brazos cuando yo nací.

Pero la mayor parte de la infancia la recuerdo con Marivi y Antonio conviviendo juntos. Gracias a ellos mi etapa infantil fue más amena y llena de experiencias inolvidables. Recuerdo muchos fines de semana en los que me quedaba a dormir en su casa: veíamos películas como ‘Érase una vez america’ o el ‘Alguien voló sobre el nido del cuco’; restauramos el viejo villar de mi abuelo Valentín a base de lijar y lijar. En su casa descubrí el disco de ‘Hotel, dulce hotel’ de Joaquín Sabina que tantas veces me gustaba escuchar, y que ―supongo― fue la clave para que hoy sea mi artista preferido; me llevaban al ‘Kinos’, donde me pillé un dedo con una de esas puertas batientes de madera que tenían en el vestíbulo de entrada. Recuerdo ―cómo no― cuando Antonio me compró toda la indumentaria del Real Madrid en unas fiestas de Fuensalida, y me presenté en casa con todo puesto. A mi padre no le hizo ninguna gracia, y yo ya no iba a ser del Atleti, porque Antonio ‘molaba’ más, y yo quería ser como él, del Madrid.

Entré en mi etapa adolescente y mi vida siguió muy ligada a la de Marivi y Antonio. Marivi era una referencia a la hora de solucionar cualquier contratiempo y los trámites de mis estudios, matrículas, becas, etc. Antonio era la referencia para cuando se quería comprar algo más barato de su precio inicial, a saber, su habilidad de ‘regatear’, que yo, hasta entonces, pensaba que lo de ‘regatear’ era sólo una cosa que se le hacía a los defensas en el fútbol.

En esta etapa (Beatriz ya había venido al mundo y David estaba por llegar) yo estaba terminando la EGB en el Colegio San José de Fuensalida. Como podía quedarme los fines de semana y los veranos en casa de Marivi y Antonio ―incluso en la casa de los padres de Antonio, a los que yo consideraba también como familia― me permitía poder salir en Fuensalida con mis amigos del cole. Gracias a ellos, mi socialización en Fuensalida durante esa etapa hizo que hoy, en el pueblo donde vivo, no sea ningún desconocido. Recuerdo lo bien que me lo pasaba en las fiestas de Fuensalida. Primero salía con mis amigos, pero cuando mis amigos se tenían que recoger en sus casas, yo tenía el privilegio de seguir hasta que se hacía de día con mi hermana y mi cuñado en la discoteca la ‘Retos’, acompañado de sus amigos con los que, a pesar de la diferencia generacional, yo me reía un montón. No se me olvidará jamás aquel día en el que montamos los tres en el Opel Corsa de mi hermana para marchar a casa a dormir. Conducía Antonio, y al pasar por delante de la puerta grande de la ‘Retos’, algunos lo vacilaron de que no tendría valor para meter el coche dentro de la pista. Antonio lo intentó, con el fin de seguirles la corriente. Pero mi hermana, que se enfadó mucho ―yo pensé que era porque Antonio lo había aboyado un poco de un lateral―, hizo bajarse del coche a mi cuñado, se montó ella, y cuando pensaba que daría marcha atrás en un acto de sensatez, aceleró saltando los dos espejos retrovisores por los aires y lo metió directamente en la pista de la discoteca. De repente sonó un pasodoble, el de Nerva creo, y cuando me quise dar cuenta, había un montón de gente bailando encima del coche. ¡Qué dislate! Pero con el tiempo me di cuenta de que esta anécdota tenía un significado especial, por cuanto era característica de alguien al que apenas conocí, pero al que recuerdo mucho por su gran leyenda. Lo que no cabe duda es que Marivi y Antonio hicieron honor al nombre de la discoteca la ‘Retos’, es decir, superaron el reto.

La adolescencia, dejó de ser un tiempo donde en los veranos jugaba a las chapas con los amigos, para empezar a echar una mano en la imprenta. Todavía me acuerdo cuando estaba en la Calle Toledo de Fuensalida, debajo de casa de los padres de Antonio. Al principio iba a alzar y tareas de encuadernación. Mi curiosidad hizo que empezara a hurgar en los ordenadores, y mi cuñado intentó capitalizar esa curiosidad para que aprendiera los programas de diseño y así echarles una mano en su trabajo. Y así fue como estuve varios veranos, entre curso y curso, diseñando y componiendo carteles y folletos de publicidad, tarjetas comerciales, libros de fiestas, etc. junto a ellos, a Felipe y otros más. Fue mi primer trabajo remunerado. Eso sí, con retribución en especie, pero solía salir contento. El primer verano me gané una bici y podía presumir de tener la mejor entre mis amigos. En los siguientes veranos siempre acababa con u ordenador nuevo, y ello me permitió estar siempre digitalizado, antes incluso de que los sociólogos inventaran el término de ‘nativos digitales’.

Son muchos recuerdos más los que tengo con vosotros durante mi infancia y adolescencia, pero no voy a extenderme más, por el momento, porque no tengo intención de cansar a los invitados que hoy os acompañan. Sin embargo, quiero recordar dos más, que no son los más importantes, pero sí de los más memorables para mí. El primero es, que gracias a mi hermana Marivi, yo vi por primera vez el mar, cuando nos llevó a mi madre y a mí a Benicasim y Peñíscola. El segundo es, que gracias a mi cuñado a Antonio, que fue el que me llevó, pude ver en el Bernabeu el partido más emocionante que yo recuerdo del Real Madrid. Fue ―que me perdonen los aficionados del Barcelona aquí presentes― aquel en el que el Madrid le metió 5 al Barça, el 7 de enero de 1995. Él tampoco lo olvidará, se vino el doble de contento porque además cantó un bingo. Como veis, Antonio, Marivi, son éstas y otras muchas cosas más las que os tengo que agradecer.

Si antes he dicho que Marivi y Antonio fueron para mí como unos padres, menos extraño debe resultar si digo que en su casa siempre me he sentido ―y me siento― como en la mía. Lo mismo que yo piensa Rosa Elena, para los que vosotros, desde hace mucho ya, sois también su familia. Estoy seguro de que cualquiera, ya sea de la familia por parte de Antonio, como de la nuestra, e incluso muchos de vuestros amigos, piensa lo mismo que yo sobre que vuestra casa siempre está abierta y nos acoge como la nuestra. Es tanto así que ya hace tiempo que a San Roque, nº 4 lo denominé ‘La Sede’. Ya sabéis a lo que me refiero. En vuestra casa hemos pasado incontables momentos de reunión con la familia. Memorables y tradicionales son las cenas de reyes. Allí hemos visto y celebrado las victorias de la Selección Española de la Eurocopa y el Mundial donde fuimos campeones, y que tal vez podamos volver a repetir en estos días.

Voy a terminar con un deseo y una definición del amor. El deseo para vosotros no es sólo mío, sino de todos los que os acompañamos hoy aquí: que sigáis juntos muchos años más, y que todos podamos disfrutar de momentos cómo los que acabo de recordar.

En cuanto a la definición del amor, no voy a traicionar mi pretensión inicial de no caer en la lírica romántica. La definición del amor que yo os propongo, lejos de idealismos platónicos, se encuentra más en lo cotidiano de la vida real y se basa en la importancia del respeto. Pero no por ello, debe entenderse como un mero ejercicio de pragmatismo. No hay verdad absoluta, pero sí mejores maneras de acercarnos a ella. La definición del amor que yo os propongo es la que un día le oí al filósofo español Javier Sádaba, y dice así:

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«El buen amor es estar con una persona con la que puedes vivir muy a gusto, que ella pueda aceptar tus manías, tú las suyas, que aunque no sea necesario vivir con ella, es tal lujo, que no quisieras nunca dejar de vivir con esa persona, que vas recordando el pasado de tal manera que lo recreas y gozas mucho, y que piensas que hay una confianza tal que el futuro está siempre, si no hecho para ti ―puesto que del futuro no sabemos nada― sí tú con la otra persona puedes encarar con mucha tranquilidad el futuro».

(Javier Sádaba en Pienso, luego existo, La 2, emitido el 03/08/2012)

Rubén Crespo Gómez
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Discurso pronunciado en la celebración de las Bodas de Plata de Marivi y Antonio en el Salón Peña ‘El Bullicio’, Portillo de Toledo, a 16 de junio de 2012

En memoria de mi padre

Hoy hace tres años que falleció mi padre. Humildad y honradez fueron los mejores valores que me transmitió. Cuando soy conscientes de ellos, siento que mi padre está siempre a mi lado. Hoy quiero recordarle con la oración que le escribí poco después de que nos dejara y que ilustró la contraportada del misal del día de mi boda.

Hasta ahora, en estos tres años, creo que son más bien pocos los días en los que no me haya acordado de él. Por absurdo que le parezca al ateo, y sensiblero le resulte al escéptico, rezar por nuestros seres queridos cuando ya no están con nosotros es recordarlos y revivir en la ilusión nuestras experiencias con ellos y, aparte de nuestras dudas, desearles allá donde estén mejor vida.

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Ahora que descansas tras el umbral de la vida

observa mi pasado y contempla mi presente

comprende mis errores y alaba mis aciertos.

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Ahora que me puedes ver casar

orienta mis pasos y alumbra mi nuevo camino

cuida nuestro amor y agracia nuestro espíritu.

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Tú, que me has dado la vida

Tú, que me has enseñado a ser honrado

sigue mandándome tus sabios consejos

y ayúdame en los momentos difíciles

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Tú, que has sido bueno

Tú, que has sido paciente conmigo

concédeme tus mejores virtudes

y ocupa siempre un lugar en mi corazón.

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Pido a la Santísima Virgen del Carmen,

y al Corazón Sagrado de Jesús*

te acojan en su protección

y te concedan el premio de su amor.

(Oración para mi padre en el día de mi boda, 28 de febrero de 2009)

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* Mi padre veneraba a la Virgen del Carmen y el Corazón Sagrado de Jesús

Recordando a Don Rafael

Foto extraída en la Galería de http://www.portillodetoledo.es/

Desde que ayer, miércoles 10 de agosto, me enterara de la noticia del fallecimiento de Don Rafael, párroco de mi querido pueblo, Portillo de Toledo, no he podido evitar sentimientos de tristeza y nostalgia. Qué casualidades tiene la vida –podríamos decir- quiso quedarse en aquella gruta francesa con la Virgen de Lourdes; y allí se quedó, con Ella.

Son muchos recuerdos los que me han venido a la mente. Y se entremezclan con muchos de los mensajes que veo en las redes sociales en contra de la Iglesia y de la visita del Papa. En mi opinión, muchos de estos ataques están infundamentados y demonizan gratuitamente a una institución, la Iglesia, que sigue siendo necesaria y cumple papeles vitales en nuestra sociedad. Sin embargo, todas las opiniones son respetables y no es mi intención, en este sentido, entrar en polémicas. Pero permítanme recordar y dedicar unas palabras, más que a un sacerdote, a una gran persona. Que me perdonen sus detractores, pero es que yo me eduqué y me socialicé en un ambiente cristiano-católico. Y no me arrepiento, pues aunque no soy un practicante ejemplar, aprendí en clases de religión y en catequesis valores morales que siguen siendo hoy principios básicos en mi vida. Y éstos, no tienen por qué estar en contradicción de otros que se consideran aconfesionales. Quizás son esos valores de los que hablo los que me obligan hoy a escribir a la memoria de Don Rafael.

Con Don Rafael aprendí una de las cosas más importantes que me ha ayudado mucho en la vida: a madurar en la fe. -Sí, yo también tuve mis crisis de fe-. Él me ayudó en aquel periodo de incertidumbres. Y hoy puedo decir que ‘tener fe’ me ha servido de gran ayuda en muchos momentos delicados. Recuerdo en aquellas reuniones de catequesis, para explicar el significado de la fe, ponía muchas veces el ejemplo del ladrón que se santiguaba antes de realizar su acción, siendo inconsciente de que lo que iba a hacer era una mala acción. Y en esas reuniones a mi me gustaba hacerle preguntas difíciles; hablábamos mucho sobre el significado de la muerte. Incluso le regalé un libro sobre aquella incomprendida que ayer se lo llevó. Seguro que lo tendrá guardado en algún lugar. Tendría curiosidad por verlo, pues él tenía la costumbre de tomar nota en los márgenes de los libros cuando algo le llamaba la atención. Confieso que esa costumbre, que ahora también tengo yo, se la copié.

Y en esto de la fe, él sabía bastante, sino ¿cómo hubiese sido posible hacer una Ermita y una Residencia empezando por nada? Era carismático sí. Sabía tocar en aquellos corazones de personas de fe y, a su vez, hacerla crecer en sus corazones. Recuerdo las procesiones de Semana Santa. Un rato antes de que empezaran, me apoyaba con mis amigos en lo que llamábamos ‘gradas de la Iglesia’. Yo había sacado al Nazareno en otras ocasiones y me decía a mi mismo: “ya habrá alguien que quiera sacarlo este año”, y luego se oía por la megafonía de la Iglesia que se necesitaban jóvenes voluntarios que sacaran al Santo. En el fondo me alegraba, intentaba convencer a mis amigos para ir, y siempre había alguno que me acompañaba. No me importaban las molestias que tenía luego en los hombros de aguantar aquel pesado Nazareno. Más que me llamen iluso, yo me sentía bien y pensaba que había sido un buen gesto. Tampoco me importaba subirme a la carroza del Cristo intentando mantener el equilibrio sosteniendo a la misma vez la cruz, ya que había que bajarla un rato antes de sacarla o meterla porque si no, daba con el dintel de las puertas de la Iglesia. Don Rafael sabía que me gustaba y que lo hacía por devoción y sin ningún tipo de interés. Con un solo gesto suyo me bastaba. Y luego hacíamos lo más difícil, colocar al Cristo en lo alto del altar. Una tarea ardua complicada y riesgosa que hacíamos con escaleras que oscilaban de un lado para otro. Pero abajo había alguien que te sujetaba la escalera y tú confiabas en él, y tenías fe, porque allí estaba Don Rafael dirigiendo y animando a todos. Siempre encontraba las palabras idóneas que te estimulaban y te hacían valeroso. Ahora entiendo porque mi padre tenía siempre esa ilusión por ir a ponerle las pilas al Santo Sepulcro en Semana Santa. Para él era un acto de devoción como los que yo acabo de contar. Y eso sólo se hace cuando se tiene fe en algo.

Más fe han tenido –y tuvieron- todos los que, aportando más o menos, con trabajo o con dinero, hicieron posibles las construcciones de la Ermita de San Cosme y San Damián, y la Residencia de Ancianos. Y allí estuvo Don Rafael, el primero, para que esos proyectos, que parecían imposibles, se hicieran realidad. Que bonito es cada año ir a la Romería de la Ermita, que aunque no vayas a misa, vas allí porque un día se hizo una Ermita y un espacio para poder hacer ese maravilloso evento. Yo planté alguno de aquellos árboles que hay allí. Recuerdo el viernes que me dijo mi padre que el sábado teníamos que levantarnos pronto y echar una mano a Don Rafael para ese fin. Y a mi no me apetecía mucho, y entonces vino Don Rafael y me dijo: “pero hombre, Rubén… que no me puedes decepcionar”. Dichosas palabras aquellas que de repente cambiaban mi estado de ánimo. Y allí fui a cavar y a plantar árboles. Ahora tengo un recuerdo muy bonito de aquello.

Recuerdo también, aún siendo más pequeño, que mi hermana compró una bici ciclostática, entonces era toda una novedad. Don Rafael pasaba por casa después de dar misa, y daba unas cuantas pedaladas. Yo aprovechaba en esos momentos para hablar con él de fútbol -porque los dos éramos del Real Madrid-. Me acuerdo cuando bromeaba y decía “cuando el Madrid gane la Copa de Europa –bastantes años antes de ganar la séptima- tocaremos las campanas de la iglesia para celebrarlo”. Los que habéis estado cerca de él, me diréis: “cosas de Don Rafael”. Y hay muchos que me dijeron que fue un gran apasionado de los encierros del pueblo y que corría en ellos. Me lo creo, porque ahora mismo lo estoy viendo con la sotana negra arremangada dando unas cuantas patadas al balón en el redondo de arena que era la Plaza del Ayuntamiento, donde solíamos jugar al fútbol antes de entrar a catequesis.

Son tantas cosas las que recuerdo… Pero lo más importante es que, con sus aciertos y sus errores, siempre recordaré a Don Rafael como una persona que hizo todo cuanto pudo por la gente y el pueblo que más quiso: Portillo de Toledo. Para mi, Don Rafael siempre estará en mi corazón y, seguramente, en el de muchos portillanos y  de otra tanta gente de pueblos de alrededor y otros lugares donde lo conocieron. Don Rafael ha escrito una parte muy bonita de la Historia de Portillo y será recordado como una persona emblemática.

Me despido de ti, Don Rafael con los siguientes versos de José Ángel Buesa:

Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.

Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.

No sé si me quisiste… No sé si te quería…

O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

Este cariño triste, y apasionado, y loco,

me lo sembré en el alma para quererte a ti.

No sé si te amé mucho… no sé si te amé poco;

pero sí sé que nunca volveré a amar así.

Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo,

y el corazón me dice que no te olvidaré;

pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,

tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.

Te digo adiós, y acaso, con esta despedida,

mi más hermoso sueño muere dentro de mí…

Pero te digo adiós, para toda la vida,

aunque toda la vida siga pensando en ti.

Que la Virgen de la Paz y los Santos Mártires te acojan en su gloria.

Rubén Crespo

11 de Agosto de 2011