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Modelo hobbesiano vs Modelo aristotélico

Recientemente he leído Religión sin redención de Luis Martínez Andrade (Taberna Libraria Editores, 2011). Me encontré con un párrafo que me ha venido como anillo al dedo para la asignatura de Historia de las Ideas Políticas. Reproduzco a continuación el párrafo porque me resulta muy interesante para comprender el giro copernicano que supuso en el pensamiento político el modelo hobbesiano respecto al modelo aristotélico.

En el texto, Sociedad y Estado en la filosofía moderna, Norberto Bobbio arguye que el iusnaturalismo político es iniciado por Thomas Hobbes en 1647, ya que para él, este pensador inglés rompe con el modelo aristotélico imperante en esa época. Las diferencias radican en que si bien el modelo hobbesiano es dicotómico y cerrado, el modelo aristotélico es plural y abierto; en el primero se trabaja sobre la antítesis estado de naturaleza/estado civil, mientras que, en el segundo se emplea una visión evolutiva y gradual de la sociedad. Para Hobbes la idea del hombre se expresa en el homo homini lupus y, para Aristóteles, el hombre es un zóom politikon. Aunque existen otras diferencias fundamentales en ambos modelos me interesa acentuar un elemento axial de la perspectiva iusnaturalista que es la dicotomía entre «estado de naturaleza” versus «estado civil». Para los iusnaturalista la “sociedad civil” no es la prolongación, ni mucho menos, el perfeccionamiento del “estado de naturaleza”, sino la sustitución de éste. La “sociedad civil” es un momento antitético al “estado de naturaleza”, es un estadio diametralmente opuesto al: “estado en el que se encuentran ciertas sociedades primitivas, ya sean los de los pueblos salvajes de esta época, como algunos grupos indígenas de América, ya sean las de los pueblos bárbaros de la antigüedad, ahora civilizados” (Bobbio, 1994:71). Esta idea es de importancia capital: refleja la visión de mundo de los pueblos coloniales. Cabe preguntarse: ¿Cuáles son las implicaciones políticas y epistemológicas de seguir trabajando con conceptos y categorías que suprimen a los pueblos de la periferia? ¿La dicotomía utilizada en el modelo iusnaturalista actualiza la idea maniquea salvaje/civilizado? ¿Este tipo de planteamientos siguen siendo válidos aún cuando las ideas de progreso, modernidad y desarrollo han perdido legitimidad?

(Martínez Andrade, 2011, pp. 52-53)

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Nota.

La bibliografía reseñada dentro del párrafo de Martínez Andrade es:

BOBBIO, Norberto y  Michelangelo Bovero. (1994). Sociedad y Estado en la filosofía moderna, México, FCE.

Cualquiera puede enfadarse… pero…

Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo.

Aristóteles, Ética a Nicómano.

Hace uno días vi la película La Odisea de Andrei Konchalovsky (EEUU, 1997). La película está basada en La Odisea de Homero. Bueno, atribuida a él, porque no hay certeza absoluta de que el poema épico griego lo escribiera Homero. La Odisea, narra las aventuras y todos los obstáculos que tiene que superar el héroe griego Odiseo (Ulises en latín) en su viaje de vuelta a casa tras la Guerra de Troya. Ulises tarda veinte años en regresar a la isla de Ítaca, donde poseía el título de rey, período durante el cual su hijo Telémaco y su esposa Penélope han de tolerar en su palacio a los pretendientes que buscan desposarla (pues ya creían muerto a Ulises), al mismo tiempo que consumen los bienes de la familia.

Evidentemente, la película no es un retrato fiel de la obra original y no narra la historia con la misma cronología, aparte de que omite muchas aventuras que le acaecen a Ulises de las que, gracias a su astucia e inteligencia, logra salir airoso. No obstante, sin ser una superproducción, como las que estamos acostumbrados a ver últimamente, la película es muy interesante y digna de ver.

El motivo por el que escribo esta entrada es la frase que encabeza este artículo. Resulta que en la película, cuando Ulises por fin logra regresar a Ítaca con la ayuda de los feacios, una vez que su hijo Telémaco lo ha reconocido y le manifiesta sus deseos de venganza contra los pretendientes que acosan a su madre y su reino, Ulises aconseja a su hijo que debe controlar su ira a través de esas palabras. Sabía que dicha frase la había oído o leído en algún sitio. Enseguida encontré donde. Fue en el primer capítulo ‘El desafío de Aristóteles del libro’ de Daniel Goleman, Inteligencia Emocional. Efectivamente la frase es de Aristótles, y no recuerdo que la original Homero, supuestamente, la hubiera puesto en boca de Ulises. Supongo que se trata de un suplemento oportuno que los guionistas introdujeron en la adaptación cinematográfica. Y la verdad, encaja a la perfección en el contexto de la obra, al igual que le sirve a Goleman en su libro para enfatizar su mensaje de la necesidad de saber controlar las emociones.

Aristóteles —como dice Goleman—, en Ética para Nicómano, realiza una indagación filosófica sobre la virtud, el carácter y la felicidad, desafiándonos a gobernar inteligentemente nuestra vida emocional. Nuestras pasiones pueden abocar al fracaso con suma facilidad y, de hecho, así ocurre en muchas ocasiones; pero cuando se hallan bien adiestradas, nos proporcionan sabiduría y sirven de guía a nuestros pensamientos, valores y supervivencia. No obstante, según Aristóteles, el problema no está en las emociones en sí, sino en su conveniencia y en la oportunidad de su expresión. La pregunta es: ¿de qué forma podemos aportar más inteligencia a nuestras emociones y más afecto a nuestra vida social?

Rubén Crespo
20 de noviembre de 2011