Categoría: Sociología Analítica

Lógicas, las ocultas, y motivos para seguir indignándose

Respecto al tema específico de las controversias y manifestaciones surgidas a raíz de los recortes que han aplicado determinadas comunidades autónomas en el sector educativo, llevo oyendo y leyendo muchas noticias, hablo con gente, les escucho (tengo muchos conocidos del ámbito educativo con diversas opiniones). No he querido manifestarme sobre este asunto en concreto -en muchas ocasiones ha sido un morderme la lengua- sobre todo por miedo a equivocarme, pues creo que es un asunto complejo y que se debe abordar con seria profundidad. Digamos, que por un lado está la calidad del sistema educativo (los informes PISA año tras año nos dan bofetones); y por otro lado está el presupuesto y los recursos educativos. A día de hoy, todavía no he visto una teoría que explique que la inversión en recursos educativos (humanos y tecnológicos), tal y como se ha venido haciendo, sea la condición necesaria y suficiente para promover la calidad educativa. Vaya por delante que me estoy refiriendo a educación en el ámbito escolar.

Tras un serio plan de ajuste y recortes, parece lógico y no debe resultar extraño -sociológicamente hablando- que gran parte del sector afectado salga a la calle a protestar. De otra parte, podríamos analizar los argumentos eximidos, la intensidad y el volumen de estas manifestaciones introduciendo conjeturas que contestaran a preguntas del tipo: ¿qué hubiese pasado si en vez de hacer estos recortes el partido político X lo hace el Y? Pero no es éste el asunto que me ha motivado a realizar el presente artículo.

La lógica obliga a mirar todas las caras del prisma, y si abordamos el problema desde un punto de vista más lejano (a veces ayuda), veremos que el sistema de bienestar al que hemos estado acostumbrado antes de la crisis, al verse mermadas las arcas del estado, cada vez resulta más difícil de sostener. Es lógico que el Estado, al tener cada vez menos ingresos, tenga que reducir las coberturas. Y como la cosa es grave, tiene que reducir bastante. Y para hacer recortes sustanciales, siendo lógicos, se hacen de las partidas presupuestarias que mayor porcentaje representan en el gasto público. Hasta aquí, como vengo diciendo, todo es lógico; tan lógico que hemos reducido este asunto a un sencillo modelo matemático del que se llegará a la conclusión siguiente: se elimina necesariamente (?) ‘Xg’ gasto correspondiente A ‘Xi’ ingresos no disponibles, y se quita de aquí o de allí.

Al final es una política de repartir disgustos proporcionalmente, si no ¿les metemos otro pellizco a los pensionistas? o ¿rebajamos las coberturas por desempleo? Lógicamente (seguimos siendo lógicos) no parece una buena política asignar más disgustos a estos dos últimos sectores, ya de por sí bastante ‘inflamados’.

Nicolas Sarkozy y Angela Merkel, en su rueda de prensa conjunta en Berlín. Foto: F. BENSCH (REUTERS)

Se acabaron las lógicas, ahora se trata de lo que se ha venido conociendo como ‘ser políticamente correcto’. Ahora viene mi querido compañero de la UNED y del CECPS, Víctor Riesgo, con la noticia de la recapitalización de los bancos y con sus sensatas argumentaciones, y me da una patada en todo el trasero que se me van las lógicas a tomar vientos. Entonces empiezo a pensar en la «no lógica». Como bien dice Victor, no es lógico que se estén realizando serios recortes (el ‘Xg’) a las coberturas básicas del estado de bienestar, tales como la Educación o la Sanidad (que en el fondo se ha demostrado que el ‘bienestar’ lo teníamos pillado con alfileres) y se ingrese dinero público (el ‘Xi’ que supuestamente no estaba disponible) a los bancos para mantener un tinglado (y lo quiero decir así, de forma despectiva) en el que sólo se beneficia un porcentaje muy pequeño de la población… ¡qué leches!, también hay que decirlo en tono despectivo, es decir, en el que sólo se benefician unos cuantos.

Pues sí, me cabrea y me indigna. Como dice la canción de Ana Belén: «si un traidor puede más que unos cuantos, que esos cuantos no lo olviden fácilmente». Sigue habiendo razones para indignarse.

No debemos pasar por alto que nuestros sistemas educativos surgieron con el industrialismo bajo su modelo organizativo. En palabras del pedagogo y gran amigo Juan Miguel Batalloso:

La idea de concentrar grandes masas de alumnos en un edificio para ser trabajadas por unos operarios denominados profesores y bajo una dirección centralizada y profundamente burocrática es sin duda un concepción netamente industrial. Se trataba de conseguir unos productos o titulaciones intercambiables en el mercado, para cuya obtención era necesario superar una serie de controles especializados y disciplinarios. Dicho con otras palabras: la escuela era la institución por excelencia que se encargaba de producir y reproducir técnica e ideológicamente la fuerza de trabajo. En términos generales, aunque con excepciones sustantivas pero de escaso impacto social, la escuela era la encargada de proporcionar unos mínimos de formación profesional de base y unos máximos de inculcación ideológica para aceptar y obedecer al (des)orden social establecido.

Esto quiere decir que todavía me queda alguna lógica para volverla a introducir en la explicación del «por qué nos hacen esto». Se trata de la lógica oculta. ¿Podría ser, tal vez, la lógica oculta del industrialismo en su forma capitalista, o como prefieren llamarlo ahora, el postindustrialismo en su forma neoliberal? No lo tengo muy claro. Esto ya empieza a sonar a tópico, pero de lo que sí estoy seguro es que hay lógica oculta.

Rubén Crespo
10 de octubre de 2011