Categoría: Pensadores Sociales

El efecto principal del aumento de la escolarización según Boudon

[…] el efecto principal del aumento de la escolarización no es otro que la mayor dedicación de tiempo que el individuo emplea en satisfacer unas aspiraciones sociales que, desgraciadamente, siguen sin cambiar.

(Boudon, 1983b: 185 en: Guerrero Serón, 2003: 193)

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Raymond Boudon. Fuente: www.contrepoints.org
Raymond Boudon. Fuente: http://www.contrepoints.org

Raymond Boudon (1934-) pertenece a la generación de los sociólogos franceses de Pierre Bourdieu y Alain Touraine, que han avanzado el desarrollo de la teoría sociológica contemporánea. Boudon rechaza de forma rotunda el estructuralismo en sus formas extremas y da mayor énfasis en la importancia de los actores, sus intenciones y decisiones para la explicación de los fenómenos sociales. Forma parte de la tradición individualista de las ciencias sociales, inspirada en Max Weber, que concibe a la vida social como resultante de la agregación de acciones individuales diversamente motivadas. El cometido de la sociología es por tanto hacer visibles los mecanismos a través de los cuales las acciones y las consecuencias de acciones se traban e interceptan para producir hechos sociales relevantes, que requieren explicación justamente por no ser producto intencional de los actores. Entre esos mecanismos destacan sobre todo los «efectos perversos», aunque sus formas y significados para los actores son virtualmente infinitas.

En general, la obra de Boudon aborda diversos temas teóricos y empíricos entre los que destaca su investigación del sistema educativo francés, en la que aplica el modelo individualista para mostrar cómo las decisiones estratégicas individuales pueden, cuando se generalizan, producir efectos amplificados contrarios a sus propios intereses y a las intenciones expresadas de las políticas educativas (Giner, Lamo y Torres, 2006. p. 71).

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Bibliografía: 

GINER, Salvador, Emilio Lamo de Espinosa, y Cristó Torres Albero. (2006). Diccionario de sociología. Madrid. Alianza Editorial, S.A.

GUERRERO SERÓN, Antonio. (2003). Enseñanza y sociedad : el conocimiento sociológico de la educación. Madrid. Siglo XXI.

Modelo hobbesiano vs Modelo aristotélico

Recientemente he leído Religión sin redención de Luis Martínez Andrade (Taberna Libraria Editores, 2011). Me encontré con un párrafo que me ha venido como anillo al dedo para la asignatura de Historia de las Ideas Políticas. Reproduzco a continuación el párrafo porque me resulta muy interesante para comprender el giro copernicano que supuso en el pensamiento político el modelo hobbesiano respecto al modelo aristotélico.

En el texto, Sociedad y Estado en la filosofía moderna, Norberto Bobbio arguye que el iusnaturalismo político es iniciado por Thomas Hobbes en 1647, ya que para él, este pensador inglés rompe con el modelo aristotélico imperante en esa época. Las diferencias radican en que si bien el modelo hobbesiano es dicotómico y cerrado, el modelo aristotélico es plural y abierto; en el primero se trabaja sobre la antítesis estado de naturaleza/estado civil, mientras que, en el segundo se emplea una visión evolutiva y gradual de la sociedad. Para Hobbes la idea del hombre se expresa en el homo homini lupus y, para Aristóteles, el hombre es un zóom politikon. Aunque existen otras diferencias fundamentales en ambos modelos me interesa acentuar un elemento axial de la perspectiva iusnaturalista que es la dicotomía entre «estado de naturaleza” versus «estado civil». Para los iusnaturalista la “sociedad civil” no es la prolongación, ni mucho menos, el perfeccionamiento del “estado de naturaleza”, sino la sustitución de éste. La “sociedad civil” es un momento antitético al “estado de naturaleza”, es un estadio diametralmente opuesto al: “estado en el que se encuentran ciertas sociedades primitivas, ya sean los de los pueblos salvajes de esta época, como algunos grupos indígenas de América, ya sean las de los pueblos bárbaros de la antigüedad, ahora civilizados” (Bobbio, 1994:71). Esta idea es de importancia capital: refleja la visión de mundo de los pueblos coloniales. Cabe preguntarse: ¿Cuáles son las implicaciones políticas y epistemológicas de seguir trabajando con conceptos y categorías que suprimen a los pueblos de la periferia? ¿La dicotomía utilizada en el modelo iusnaturalista actualiza la idea maniquea salvaje/civilizado? ¿Este tipo de planteamientos siguen siendo válidos aún cuando las ideas de progreso, modernidad y desarrollo han perdido legitimidad?

(Martínez Andrade, 2011, pp. 52-53)

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Nota.

La bibliografía reseñada dentro del párrafo de Martínez Andrade es:

BOBBIO, Norberto y  Michelangelo Bovero. (1994). Sociedad y Estado en la filosofía moderna, México, FCE.

Esquema gráfico de las diferentes corrientes en Teoría Sociológica

Hace poco me llegó una imagen que me pareció muy útil para situar las diferentes teorías sociológicas y sus pensadores en función de las influencias de unos sobre otros. Por lo que parecía, se trataba de una imagen escaneada de un libro con escasa calidad. Se podía ver como clareaba el texto del envés de las dos páginas que abarca el gráfico y la sombra central central que produce el libro abierto. Puesto que intento respetar los derechos de autor y copyright, y en este caso no se quién los tiene porque desconozco de qué libro que se ha extraído, para no caer en las malas prácticas del simple ‘copia y pega’, es decir, plagio, decidí reeditar la imagen yo mismo. No obstante, si a alguien le suena, agradecería que me dijera en qué libro aparece este esquema que yo he reeditado*. Me gustaría por lo menos citar al ilustrador, pues resulta un esquema magnífico y muy útil, sobre todo para aquellos que empezamos a introducirnos en la inmensa vorágine de la Teoría Sociológica.

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Esquema Gráfico Teoría Sociológica.

Para descargar la imagen con mayor tamaño pinche AQUÍ

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*Nota: según me han informado en la entrada de este mismo post en Cisolog, el esquema original cuya ilustración he reeditado, pertenece al libro: Pino Artacho, Juan. 1990. Teoría sociológica, la. Editorial Tecnos. No obstante, en los comentarios de esta misma entrada, Claudio Cirio me informa de que el esquema pertenece al libro: Lafforgue, Martin-Sanyu. 2005. Sociologia de Saint Simon a Pierre Bourdieu para principiantes / Sociology for Beginners. Era Naciente (escrito por Martín Lafforgue e ilustrado por Sanyu). Podría dar el caso de que la ilustración apareciera en ambos libros, aunque, al ver las ilustraciones de la portada del último, parece que sea más probable que pertenezca a éste en caso de que sólo estuviera en uno.

‘Foucault y la política’. Una política combativa al alcance de todos

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Reseña de:

José Luis Moreno Pestaña

Foucault y la política

Madrid, Tierradenadie ediciones, 2011

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Foucault y la política es la versión en español del texto más breve: Foucault, la gauche et la politique[1], publicado unos meses antes en Francia y que ha generado debates controvertidos en torno a la figura de Foucault. Tanto en España como en Francia, José Luis Moreno Pestaña (profesor de Filosofía en la Universidad de Cádiz) ha alcanzado notoriedad por sus extensos conocimientos en la obra de Michel Foucault. No sólo de Foucault, también de otros grandes autores del pensamiento contemporáneo francés como Pierre Bourdieu[2] y Jean-Claude Passeron.[3]

Moreno Pestaña (en adelante MP) realizó su tesis sobre Foucault.[4] Tras estudiar la obra de Pierre Bourdie y conectar con diferentes miembros en el Centre de Sociologie Européenne, perteneciente a la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) de París, volvió a reescribir su tesis. Esta vez, con la ayuda de la metodología etnográfica de Bourdieu y en el marco de la sociología del conocimiento, integró la ‘sociogéneis’ de Foucault en su obra, lo que le permitió un mayor acercamiento y una mejor comprensión de la complejidad de su pensamiento. El resultado fue Convirtiéndose en Foucault. Sociogénesis de un filósofo[5], un libro publicado en 2006 que lejos de las mitificaciones y encumbramientos de los grandes pensadores, muestra a un Foucault más humano e incorpora su contexto personal, intelectual y familiar, el cual “nos permite relacionar lo que vive y lo que hace con lo que piensa y lo que dice”.[6]

Podríamos decir, con la metáfora: una vez que MP se ha convertido en Foucault, después de rastrear de cerca sus huellas y explorar minuciosamente el entorno del suelo que pisó, después de indagar cómo fue su periodo de formación, sus antecedentes familiares, el estigma de su homosexualidad, sus miedos, sus fracasos… en definitiva, después de presentar al lector a un Foucault a ras del suelo lejos de mitos y veneraciones, ahora, con Foucault y la política, MP despeja el pensamiento de Foucault de cualquier tipo de escolástica y presenta su obra integrando tres niveles de análisis: “su experiencia social, su trayectoria académica e intelectual y sus compromisos políticos” (p. 8); un marco interpretativo relevante para comprender lo que tiene de interesante el pensamiento de Foucault para el análisis político.

El objetivo fundamental del libro es dar respuesta a la pregunta ¿son útiles las ideas de Foucault para transformar el sistema capitalista y llevarlo a que respete un pacto social más ecuánime? Sin duda, MP ha interpretado sabiamente la ‘caja de herramientas’ a la que Foucault se refirió como el resultado pretendido de su trabajo[7], y ha conseguido dar respuesta a esta pregunta sacando a flote el potencial del pensamiento político de Foucault para ampliar nuestro conocimiento de cómo funciona el poder y para abordar la complejidad de conflictos sociopolíticos actuales como, por ejemplo, el malestar social y el fenómeno de indignación del 15M.

MP, desde la sociología de la filosofía, su área de investigación más prolífica, analiza cronológicamente la obra de Foucault vinculándola a su trayectoria social, su producción filosófica y las posiciones políticas que fue adquiriendo a lo largo de su vida. Para ello, lo primero que hace es evitar ‘el peligro escolástico’. Si se pretende analizar el discurso político abstrayéndolo de su contexto, se corre el riesgo de prestar el análisis a usos conflictivos y a efectos imprevistos. Con tal fin, Moreno Pestaña hace uso de las enseñanzas de Ortega y Gasset, para el que la escolástica “es toda exposición de la filosofía recibida sin comprender el ámbito cultural, el espacio social o el tiempo histórico en el que se produjo” (p. 9). Ejemplos de abordaje escolástico de Foucault serían: relacionar a Foucault con otros autores sin saber si él mismo los leyó; el análisis simplificador de su obra; o atribuir a sus ideas el carácter de axiomas irrefutables.

Foucault, que inicialmente estudió Psicología[8] y fue profesor de esta disciplina durante su primera etapa docente, fue ante todo un filósofo. Es importante destacar que Foucault hizo filosofía como una práctica ‘abierta’ (filosofa hacia el exterior de los círculos académicos) y ‘recurrente’ (los acontecimientos históricos interesantes para la filosofía pueden estudiarse en cualquier momento con la misma validez que cuando se produjeron). Con este enfoque es posible una conexión más óptima entre la filosofía y la política. De esta manera, Foucault sigue encontrando problemas de importancia filosófica en la vida cotidiana y “amplia las fronteras del campo político a cuestiones despolitizadas” (p. 24).

Que Foucault se moviera entre los limites de “la filosofía y la no-fiolosofía” fue visto en su época con recelos por una buena parte del mundo académico institucionalizado de la disciplina. Sin embargo, esto le lleva a conectar con profesionales de diversas disciplinas y con un público más híbrido y extenso. Por esta razón, Foucault tendrá algunas dificultades para autodefinirse en lo que hace: “A decir verdad, no soy un filósofo. No hago filosofía en lo que hago, y si tuviera que denominarme, darme un título para decir lo que soy, confieso que estaría en un terrible aprieto”.[9]

Tras leer los primeros capítulos, en los que se analizan algunas de sus obras como Enfermedad mental y psychologie (1954; reed. en 1962)[10], Historia de la locura (1972)[11], Nacimiento de la clínica (1963)[12], Las palabras y las cosas (1966)[13], es fácil que el lector se pregunte qué significaciones políticas tienen estas obras. En sí mismas, pocas, y cuando las tienen, son poco definidas y, sobre todo, difíciles de combinar con corrientes de izquierdas como reconoce el mismo Moreno Pestaña, por ejemplo, sobre Las palabras y las cosas (p. 52). No obstante, la trayectoria social y las disquisiciones filosóficas de este periodo ―de ahí la importancia de su ‘sociogénesis’ que se va desarrollando durante toda su obra―, no exenta de contradicciones, serán cruciales para entender más adelante sus análisis sobre el poder desde las dimensiones filosófica y política.

En Historia de la locura podemos encontrar tres aptitudes en Foucault que apenas cambiarán a lo largo de su obra. La primera es una profunda crítica a las ciencias humanas (o sociales). Foucault tenía un concepto de la ciencia muy exigente, y para él, la psicología o la psiquiatría, no podían ser consideradas ciencias por las grandes dificultades a la hora de definir variables comparables y por no poseer un lenguaje preciso y único que tuviera una suficiente correspondencia con la realidad a estudiar. La segunda aptitud es una conciencia antidialéctica. “La razón dialéctica se caracteriza por asumir que lo negativo es un momento de lo positivo y que, gracias a las contradicciones, la historia avanza” (p. 30). Pero Foucault ve en la dialéctica un mecanismo para justificar las injusticias[14]. La tercera aptitud es una resistencia pertinaz a la domesticación moderna. Así, en el caso de la locura, aunque el discurso dominante es que la época moderna trata mejor la locura que la época clásica, Foucault se opone con un discurso de resistencia mostrando que la locura se ha reducido a la categoría de enfermedad, deja de ser vista como una experiencia humana (el abandono a las pasiones) y pasa a ser una simple desviación de la norma (la normalización que la psicología o la psiquiatría se encargan de definir e imponer).

En Las palabras y las cosas, Foucault continúa con la crítica a las ciencias sociales, esta vez, asumiendo bases epistemológicas más definidas (las epistemes) que en la anterior. Además, en esta obra incluye en sus críticas de forma manifiesta a la sociología (campo en el que tenía algunos compañeros con cierta afinidad como Passeron) junto a la psicología y la psiquiatría como no-ciencias que se aprovechan de otras que lo sí son como las matemáticas. Las ciencias sociales ―dirá― relativizan conceptos de otras ciencias y de la filosofía, y terminan por operar siempre en un marco dialéctico. Curiosamente, hace algunas reservas para otras disciplinas como el psicoanálisis o la etnología, por considerarlas reflexivas y capaces de comprender sus condiciones sociales de posibilidad. MP se pregunta ―y yo también― qué le llevó a Foucault a pensar que no podría serlo igualmente la sociología o la psicología.

¿Se equivocaba Foucault en su insistente desprestigio hacia las ciencias sociales? No debemos olvidar los efectos subjetivos de su ‘sociogénesis’ que están implícitos en el análisis que hace MP de manera continua en todo el libro. Quizás, Foucault no llegó a plantearse que al final la ‘caja de herramientas’ que deja como legado tendría tanta o más influencia en las ciencias sociales que en otras disciplinas a las que tenía en mejor estima[15]. Al menos se pueden obtener dos lecturas de esta actitud; una, que a pesar de que Foucault investigó bordeando las fronteras de la filosofía, jamás fue su pretensión abandonarla. Una filosofía como práctica abierta hacia el exterior, sí, pero también un ejercicio de afuera a dentro, recoger del exterior para enriquecer el interior. Y este ejercicio está en la base de la tarea filosófica que Foucault definió en su último curso en el Colegio de Francia y que MP nos recuerda su gran importancia: “la filosofía sirve para recordarnos que cualquier verdad exige condiciones políticas y produce un tipo de sujetos; que cualquier relación de poder reclama tipos de verdad y conocimiento y formas de ser particulares; que todo habitus[16] exige soportes cognitivos que lo defiendan y relaciones políticas que lo permitan” (p. 58). Y esta es, básicammente, la dimensión filosófica que Foucault incorpora al análisis del poder, una filosofía (la hagan o no filósofos de profesión) que nos ayuda a descubrir las relaciones mutuas de la verdad, la ética y la política. La otra lectura ―que es una interpretación personal mía― es que a las ciencias sociales (sobre todo a la sociología, que es la parte que más me toca) lo mejor que les puede suceder es tener críticos como Foucault, pues, al incorporarlos a su autocrítica, al valorar sus errores y al plantear reorientaciones, las ciencias sociales tienen más posibilidades de avanzar hacia un ethos más legítimo, que no sólo a una mera profesionalización que sólo se justifica por un sector dominante que asegura sus competencias.

Respecto a la utilidad que tiene la obra de Foucault para las identidades políticas, sobre todo para la renovación del pensamiento de izquierdas lejos del marxismo[17], la clave no está en la propia experiencia biográfica de Foucault. El activismo político de Foucault fue muy variable. Durante su formación en la ENS (École Normale Supérieure) fue comunista; estuvo cerca del poder gaullista en sus primeros años universitarios; a partir de Mayo del 68[18] se convierte a la ultraizquierda que, posteriormente, tomo la deriva hacia una izquierda no estatalista  con un acercamiento al diálogo con el neoliberalismo[19]. Estas contradicciones políticas, que parecen explicarse sólo por modas de cada momento, no deben confundirse con su filosofía de la política y del poder. MP ofrece dos explicaciones a esta variabilidad en las definiciones políticas de Foucault: la primera supone verle como un agente racional que calcula sus intereses en sus incursiones políticas y que se transforman según las coyunturas que aparecen en su historia de vida. La segunda, algo más compleja, “considera a un individuo como el resultado de cadenas de interacción enmarañadas que van anudándose en un modo de ser” (p. 37). Pero la clave está en que en el individuo coexisten diversas formas de ser como consecuencia de las diferentes experiencias que se van reuniendo y que en algunos casos llegan a ser totalmente opuestas. Esto explica las capas que se van acumulando en su comportamiento y que le permite unas veces ser plural y ajustarse a la situación, y otras, un comportamiento totalmente contradictorio.

¿Significa esto que podría haber un Foucault para cualquier concepción política? “No. ―nos advierte MP― Hay posiciones imposibles de de encontrar en Foucault: además de las aberraciones políticas (fascismo o estalinismo), Foucault no fue socialdemócrata estatista ni liberal radical” (p. 120).

Tras los acontecimientos de Mayo del 68, es cuando Foucault empieza a incorporar la dimensión filosófica al campo de la política y el poder, “amplia sus fronteras y empieza a incorporar ámbitos que antaño se consideraban ayunos de cualquier juego de poder” (p. 55). A partir de ese momento empieza a tener una audiencia más politizada. Foucault hace filosofía política proponiendo dos vías: una, “retrocediendo hacia atrás y obteniendo una visión de nuestro lugar en el conjunto del mundo, después de haber reconstruido la historia de la que venimos” (p. 58), y la otra, persiguiendo los principios íntimos que rodean nuestro comportamiento, es decir, “las prácticas que hemos incorporado: «En el cuerpo, se encuentra el estigma de los acontecimientos pasados, tanto como en él nacen los deseos, los desfallecimientos y los errores»” (p. 59).

Lejos de los grandes tratados de teoría política omniabarcante, Foucault analiza el poder en un ámbito micro (las micro-estructuras del poder) e investiga cómo las relaciones de poder moldean la experiencia cotidiana de los individuo. En este sentido, Foucault es deudor del concepto de genealogía de Nietzsche. En el campo de la ‘verdad’ (no se tiene siempre un acceso completo a la realidad y por lo tanto expresar la verdad es muy difícil; sin embargo, Foucault nunca renunció a la noción de la verdad en su trabajo científico) se incorpora la genealogía para explicar la ontología del sujeto, es decir, cuál es la genealogía que permite convertirnos en objetos de conocimientos en cada momento histórico. En el campo del ‘poder’, la genealogía sirve para explicar cómo nos convertimos en sujetos de acción que influye y domina a los demás (la etnografía del poder). Así, Foucault habló de conceptos como la ‘anatomopolítica’ (la inserción de la política en la anatomía humana); y la ‘biopolítica’ (o ‘biopoder’ que intenta controlar y fortalecer la vida de los individuos en su conjunto). Mientras la biopolítica se encarga de la vida colectiva, la anatomopolítica tiene por objeto los cuerpos.

Foucault ejerció una gran crítica contra el socialismo estatalista por “carecer de método para gobernar a las poblaciones” (p. 91). Por una parte ve en el estatalismo una gran tendencia a pensar en el Estado como una máquina de dominación invulnerable, y por otra, considera que la crítica marxista (los marxistas ven al Estado como un sistema organizado por los intereses de las clases dominantes). Foucault prefiere hablar de los efectos imprevistos, es decir: “El Estado puede engendrar burocracia, pero también igualdad” (p. 93).

En cuanto al análisis del ethos neoliberal, Foucault se interesa por la construcción del individuo en el sistema neoliberal contemporáneo. El neoliberalismo ―dirá― rompe con el liberalismo clásico y no se fundamenta ya en el laissez faire: una economía libre y la ausencia de la intromisión política; al contrario, el neoliberalismo tiene cada vez más necesidad de ser intervencionista persiguiendo su principal objetivo, que los individuos se adapten al mercado. Es necesario la intervención, al menos en dos ámbito: “por un lado, el patrimonio genético de los individuos y, por otro, en su educación” (p. 99).

Si el neoliberalismo “concibe al individuo como un simple empresario de sí mismo que maximiza sus recursos en función de sus proyectos” (p. 102), Foucault, a través de un economicismo antropológico, ofrecerá una ética del sujeto muy diferente a la propuesta por la tradición individualista del homo æconomicus (preferidor racional)[20], y preferirá antes que el paradigma de la ‘disciplina’, cuyo objetivo es reglamentar la realidad social, el paradigma de la ‘seguridad’, que permite actuar sólo en niveles determinados[21]. Para Foucault la disciplina resulta utópica, mientras la seguridad es la que ha permitido el desarrollo del capitalismo económico, aunque no era el objetivo inicial.

A finales de los años 70, las simpatías o, mejor dicho, las no antipatías de Foucault hacia algunas de las concepciones neoliberales parecen evidentes. Por mucho que le pese a buena parte del sector intelectual de la izquierda, sobre todo la que intenta renovarse a través del pensamiento de Foucault, MP, sin fallar a su compromiso científico y crítico, deja claro que así fue y no descarta la posibilidad de una derecha neoliberal que se inspira también en Foucault. No obstante, MP deja algunos interrogantes sobre esta valoración. Puesto que el neoliberalismo no era todavía muy visible, estaba gestándose en aquella época, es muy posible que Foucault no valorara suficientemente este proceso. MP también hace una oportuna observación al afirmar que aunque el sistema neoliberal “no le era completamente antipático”, Foucault no se preguntó en ningún momento por los efectos que este sistema tenía en la desigualdad social. Esto puede ser debido ―a mi juicio― al haber subestimado Foucault a ciencias sociales como la sociología, la que desde un principio ―y una de las causas de su nacimiento―  hizo de la desigualdad social uno de sus objetivos prevalentes de estudio (y así continúa siendo).

Como en los mejores best-sellers, lo mejor del libro está al final, en el último capítulo: Cuidado de sí, cuidado del otro; pero no se trata de una estrategia literaria deliberada por MP, es algo que resulta obvio cuando se reconoce la talla de Foucault. Los mejores filósofos y pensadores sociales que han pasado a la categoría de clásicos, o de clásicos contemporáneos, suelen alumbrar sus mejores ideas en su etapa más madura. En la década de los 80, Foucault se dedicó por entero a estudiar el pensamiento grecorromano y lo aplicó a los dos últimos trabajos de su carrera: la experiencia de la sexualidad y las técnicas de trabajo sobre uno mismo. Foucault intenta dar respuestas a la pregunta ¿cómo hemos de comportarnos considerando el efecto de nuestra personalidad que ha venido configurándose a través de nuestras experiencias vitales? En las éticas grecorromanas descubre que “el cuidado de sí se encontraba vinculado al cuidado del otro” (p. 107).

Foucault parte del hecho de que vivir significa asumir riesgos que no pueden ser protegidos públicamente. Para los neoliberalistas que les preocupaba el exceso de gobierno, Foucault ofrece una nueva alternativa al considerar que “el hecho de ser gobernados nos volvía solidarios a los seres humanos” (p.108). A partir de las relecturas del pensamiento de los estoicos y de los cínicos, el pensamiento político de Foucault produce dos ideas importantes. La primera, “una reflexión sobre los recursos necesarios para ser reconocido en la interacción cotidiana”[22]. Los hábitos son importantes para comprender que es nuestra personalidad, con la acumulación de las experiencias que nos preceden, la que nos permite tomar decisiones sobre nuestra vida que impliquen valores sociales, incluso, compromisos políticos. La segunda idea, influida por el pensamiento estoico, es “que todos los seres humanos ―y no sólo la élite gobernante― deben ocuparse de sí mismos y hacerlo no sólo en la juventud, o cuando uno se está formando, sino en todos los momentos de la vida” (p. 109). Se trata, pues, de obtener un habitus que deberemos seguir desarrollando continuamente.

Al pensar sobre la producción de los habitos, Foucault analizará con exhaustividad el concepto de la parresia con el fin de resolver el problema de ‘cómo decir la verdad’ y cómo se vincula ésta con la política según el contexto sociohistórico: “en qué condiciones institucionales puede decirse la verdad (democracia, monarquía […]) y cuáles son las condiciones personales (coraje personal, tipo de habitus y temperamento) para proferir y escuchar la verdad” (p. 111).

Siguiendo tres discursos de Pericles que Tucídides describe en Historia de la guerra del Peloponeso, Foucault analiza la parresia y describe tres condiciones de posibilidad: la epistemológica (la verdad), la moral (la ética) y la política (el poder). A través de la parresia Foucault teoriza sobre las asambleas democráticas como un espacio rectangular donde para que sea posible una autentica ‘palabra libre’ deben cumplirse cuatro condiciones: las formales, de prestigio, de verdad y de coraje físico. Serán estos cuatro ángulos los que permitan “la imbricación en la experiencia de la asamblea democrática, sin confundirse, de verdad, ética y poder” (p.113). Según MP, Foucault olvidó aclarar cuáles debían de ser las condiciones sociales y materiales para el acceso y la práctica de la palabra libre.

En suma, Foucault propone una “política filosófica pegada a la tierra, combativa, sostenida sobre un habitus entrenado para la desgracia e independiente de todo poder y doctrina” (p.117). El pensamiento político de Foucault, en esta última etapa, hace posible que exista un vínculo entre la experiencia íntima y la expresión política. Un vínculo que está en el corazón de movimientos sociales y acciones colectivas como el 15M[23]. De ahí la utilidad de su ‘caja de herramientas’ que ha ampliado nuestro horizonte en las cuestiones políticas más actuales, nos ha mostrado cómo funciona el poder con un enfoque antes desconocido, y nos puede ayudar a construir una mirada más crítica hacia los mecanismos estatales de la integración social y la garantía de la libertad.

Foucault y la política es un libro no sólo para apasionados del pensamiento de Foucault o los que busquen en el herramientas para enriquecer su formación política, es también un libro para aquellos que sólo conocen a Foucault de oídas o por las citas sobre algunos de sus conceptos más conocidos que pueden haber encontrado a través de otros autores o manuales de estudios de diversas disciplinas sociales. El libro es pequeño, pero su contenido es muy compacto porque el estilo de escritura de MP no suele abundar en redundancias y recapitulaciones. Es fácil que en ocasiones el lector tenga que volver atrás para releer y fijar con más detenimiento ideas que se van entretejiendo en capítulos posteriores. Por el contrario, la densidad y claridad de la información que se ofrece en las páginas del libro hace que la relectura sea una tarea reconfortante porque siempre se redescubre en el texto de MP nuevos matices que mejoran la comprensión de un autor tan complejo como Foucault, máxime, si además se trata de comprender su producción teórica incluyendo su trayectoria social y sus concepciones política.

Con Foucault y la política, Moreno Pestaña, haciendo uso precisamente de una de las herramientas que el propio Foucault engendró, la arqueología del saber, ha estudiado en profundidad la propia historia del saber de Foucault, ha conseguido sumergirse en la espesura del celaje de su influencia mediática para cruzar, capa por capa, todo el pensamiento que fue integrándose en Foucault a través de sus experiencias sociales hasta llegar a su propio suelo. Una vez en él, ha estudiado su topología y nos ha trazado una cartografía más detallada y comprensiva de su pensamiento. Continuando la metáfora, el mito a ras de suelo, pero con todas las propiedades extraordinarias que tiene el mito al alcance de todos. Un manual de instrucciones de la ‘caja de herramientas’ de Foucault para comprender el actual estado de las cosas, y si no nos gustan, para tener capacidad de cambiarlas mediante una política combativa pegada a la tierra.

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Rubén Crespo
Estudiante de Sociología en la UNED
a 14 de mayo de 2012

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Notas:

[1] Moreno Pestaña, José Luis. 2011. Foucault, la gauche et la politique. Textuel.

[2] Véase: Moreno Pestaña, José Luis. 2012. “Sobre la actualidad del Oficio de sociólogo” en las jornadas El oficio de sociólogo. El legado de Pierre Bourdieu. Círculo de Bellas Artes en Madrid (http://moreno-pestana.blogspot.com.es/2011/12/sobre-la-actualidad-del-oficio-de.html).

[3] José Luis Moreno Pestaña ha traducido El razonamiento sociológico: el espacio comparativo de las pruebas históricas de Jean-Claude Passeron, Madrid, Siglo XXI, 2011. / Véase también: Moreno Pestaña, José Luis. 2003. ¿Qué significa argumentar en sociología? Revista Española de Sociología Nº 3, pp. 51–67.

[4] Reseñado en: Campillo Meseguer, Antonio. 2011. “Foucault político, Foucault desconocido” en la Web de Antonio Campillo en la Universidad de Murcia. (http://bit.ly/IT25qg).

[5] Moreno Pestaña, José Luis. 2006. Convirtiéndose en Foucault: sociogénesis de un filósofo. Ediciones de Intervención Cultural, S.L. / Véase también: Fernández Zubieta, Ana. 2006. Reseña de Convirtiéndose en Foucault. Revista Española de Sociología Nº 6, pp. 131–134.

[7] Foucault, Michel. 1974. “Prisons et asiles dans le mécanisme du pouvoir” en Dits et Ecrits, t. II. Paris: Gallimard, 1994, pp. 523–524.

[8] Foucault sufrió de depresiones, llegando incluso a intentar suicidarse, por la angustia que le supuso su homosexualidad. Debido a estos episodios, estuvo en tratamiento psiquiátrico, momento en el que empezó a interesarse por la psicología. Así, Foucault se licenció primero en Psicología, pero luego, años después, obtuvo también la licenciatura en Filosofía en 1952. Foucault daba clases de Psicología en Clermont-Ferrand, pero al final empezó a gustarle poco este trabajo por la aversión que fue tomando hacia esta disciplina.

[9] Philippe Calderon. 2003. Michel Foucault par lui-meme. ARTE France / BFC Productions.

[10] Foucault, Michel. 1962. Maladie mentale et psychologie. París, PUF.

[11] Foucault, Michel. 1972. Histoire de la folie à l’âge classique. París, Gallimard.

[12] Foucault, Michel. 1963. Naissance de la Clinique. Une archéologie du regerd médical. París, PUF.

[13] Foucault, Michel. 1966. Les mots et les choses. Une archéologie des sciencies humaines, París, Gallimard.

[14] La noción que Foucault tiene de la dialéctica nada tiene que ver con la de Ortega y Gasset: una dialéctica como síntesis de conocimientos especializados con vocación práctica. Moreno Pestaña se apoya con frecuencia en Ortega y Gasset para explicar o poner en contradicción las ideas de Foucault.

[15] Por ejemplo, buena parte de la obra de Jean-Claude Passeron es un diálogo con las críticas de Foucault a las ciencias sociales.

[16] Habitus: concepto esencial en el pensamiento de Bourdieu para explicar la socialización y el sentido práctico. El habitus o los habitus son, según la definición de Bourdieu: sistemas de «disposiciones» duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas para funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y representaciones que pueden estar objetivamente adaptadas a su fin, sin suponer la búsqueda consciente de fines y el dominio expreso de las operaciones necesarias para alcanzarlos, objetivamente «reguladas» y «regulares», sin ser el producto de la obediencia a reglas y, a la vez que todo esto, colectivamente orquestadas, sin ser producto de la acción organizadora de un director de orquesta. (Castro Nogueira, Luis, Miguel Ángel Castro Nogueira, y Julian Morales Navarro. 2008. Metodología de las ciencias sociales: una introducción crítica. Tecnos. p. 827).

[17] Foucault dejó de creer en la revolución capitalista, propuso la desmarxitización de la izquierda y criticó la concepción de la economía de Marx porque no era tan innovadora como otros autores posteriores escribieron; sin embargo, donde sí lo consideraba innovador fue en su concepción histórica.

[18] Cuando estalla el conflicto de Mayo del 68, Foucault se encuentra en Túnez, y fue su compañero Daniel Defert quien lo mantuvo al día.

[19] Esta variedad de posiciones políticas en la trayectoria biográfica de Foucault, que Moreno Pestaña se ha atrevido a incorporar con puro sentido crítico, es la que ha causado los polémicos debates a los que me referí al inicio de este texto. A pesar de que Moreno Pestaña insiste en evitar caer en el simplismo de atribuir a Foucault una u otra adscripción partidaria, por el hecho de que Moreno Pestaña atribuye una cercanía de Foucault al gaullismo en los años 60 y su simpatía con algunos planteamientos del neoliberalismo, algunos comentaristas de la edición francesa lo han malinterpretado y lo han visto como un ataque personal hacia Foucault.

[20] Homo æconomicus: “idealización elaborada en el seno de la teoría económica neoclásica. Representa un individuo/consumidor racional y egoísta, dotado de consistentes sistemas de preferencias [preferidor racional] y creencias que actúa de acuerdo con el principio de maximización de la ganancia o bienestar y minimización del coste. (Castro Nogueira, Luis, Miguel Ángel Castro Nogueira, y Julian Morales Navarro. 2008. Metodología de las ciencias sociales: una introducción crítica. Tecnos. p. 828).

[21] Puesto que Foucault ya había considerado el poder como una relación y no como una propiedad, el rechazo a la disciplina y la tolerancia a la seguridad se debe a que acepta las relaciones de poder siempre y cuando éstas sean reversibles y no impliquen una estructura de dominio, es decir, “sí a las relaciones de poder cuando no son jerárquicas”. (Roca Jusmet, Luis. 2012. Reseña de Foucault y la política en: hexis. filosofía y sociología (http://moreno-pestana.blogspot.com.es/2012/02/resena-de-luis-roca-en-el-viejo-topo.html).

[22] En terminología de Bourdieu, se trataría de los diferentes capitales y su valor en relación con los contextos sociales.

[23] Véase la conferencia que Moreno Pestaña ofreció el 3 de junio de 2011 en el marco de un ciclo de reflexiones sobre el 15-M, organizado por el grupo de trabajo, ‘Debate teórico’ de la Plaza del Carmen de Granada. en: Moreno Pestaña, José Luis. 2012. “Pensar los hábitos democráticos con Michel Foucault”. Cisolog. Ciencia Sociológica. Retrieved (http://cisolog.com/sociologia/pensar-los-habitos-democraticos-con-michel-foucault/)

La distinción. Criterio y bases sociales del gusto. Pierre Bourdieu

En el presente curso 2011/12 de grado Sociología en la UNED, en la asignatura Estadística aplicada a las ciencias sociales II, el Equipo Docente ha recomendado la lectura del libro de Pierre BourdieuLa distinción : criterios y bases sociales del gusto como recurso complementario para el tema 4: Análisis de correspondencias simples, y para la práctica de evaluación continua.

Bourdieu, P., & Ruiz de Elvira Hidalgo, M. (1998). La distinción : criterios y bases sociales del gusto. Taurus Ediciones.

A día de hoy no he podido hacerme con ningún ejemplar. Permanece agotado en la mayoría de las librerías. Parece ser, según he podido consultar en algunas librerías online, que lanzarán una nueva reimpresión a finales de mayo de este año; pero para entonces, para los que cursamos Estadística aplicada a las ciencias sociales II en  la UNED, será demasiado tarde. Así que, para salvar temporalmente esta carencia del recurso complementario recomendado, lo que he hecho es buscar y recopilar de la Red diversos textos y otros materiales para que los que no hemos tenido la oportunidad de leerlo todavía, podamos hacernos una idea del texto de Bourdieu.

La distinción de Bourdieu es una de las obras más importantes de la sociología según de muchos sociólogos. A finales del siglo pasado la ISA (Asociación Internacional de Sociología) realizó una consulta entre los visitantes de su página web para establecer cuáles eran los diez libros de sociología más importantes del siglo, La distinción de Bourdieu resultó en sexto lugar por orden de preferencia.

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Índice de material recopilado:

  1. Reseña de La distinción de Bourdieu por David Orta González
  2. Introducción. La distinción. Criterios y bases sociales del gusto
  3. Vídeos sobre La distinción: Entrevista a Pierre Bourdieu (1991)
  4. Comentarios sobre La distinción de Bourdieu
  5. Otros recursos en la Red

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Reseña de La distinción de Bourdieu por David Orta González

En Athenea Digital – Revista del Pensamiento e Investigación Social. Nº 6 – 2004

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La Distinción supone uno de los mayores acercamientos de la sociología a la psicología social de los últimos tiempos, por el objeto de estudio, el método y la mirada que trata de impregnar en el elector a la hora de entender los fenómenos de la sociedad en el nivel más elemental de interacción, a saber, la vida cotidiana. Bourdieu propone de manera brillante una aplicación de sus conceptos de habitus y campo al estudio de la relación de los distintos grupos sociales con la cultura, lo que convierte a este libro, por méritos propios en un clásico del estudio sociopsicológico cultural.

Consumo, ocio, arte… todos estos niveles de interacción de la vida cotidiana, se explican por una cosa muy obvia aunque no por ello insignificante, a saber, el gusto. El gusto limita nuestras preferencias, nuestras actitudes, ideas, acciones, pero, ¿qué es lo que limita y da forma a nuestro gusto?. En principio podríamos señalar que el gusto pertenece a un orden abstracto que conforma nuestros criterios y disposiciones hacia las cosas, y que en este orden, se definen las relaciones diferentes e incluso antagónicas con la cultura, según las condiciones en que hemos adquirido nuestro capital cultural y los mercados en los que podemos obtener de él, un mayor provecho (p.10). Este orden al que Bourdieu hace referencia no es otro que el habitus.

El habitus es a la vez el principio generador de prácticas objetivamente enclasables y el sistema de enclasamiento de estas prácticas (p.169). Es decir, es el conjunto de prácticas generadas por las condiciones de vida de los grupos sociales así como la forma en la que éstas prácticas vislumbran una relación concreta con la estructura social, esto es, el “espacio de los estilos de vida” (p.477). Estos estilos de vida, son aquellos productos del habitus que devienen en sistemas socialmente clasificados. Es decir, se puede observar como aquellas prácticas cotidianas que conforman un estilo de vida se corresponden con un habitus determinado (de clase alta, de pequeña burguesía, etc.).

Un elemento primordial a la hora de definir el habitus de una clase social es el capital escolar. De este se puede decir, que establece unos conocimientos o prácticas tan ajenos al sistema escolar como la disposición hacia el arte (la música, la pintura…) de tal manera que los gustos de un determinado grado de escolarización coinciden siendo esta correspondencia negativa en cuanto a las representaciones artísticas legítimas. No existe, en palabras de Bourdieu, nada más enclasante que las obras de arte legítimas que permiten la producción de distingos al infinito.

Bourdieu propone una diferenciación de clases atendiendo no únicamente a las propiedades o a las relaciones de producción sino a la manera en que estas propiedades en relación conforman un habitus de clase determinado y cómo éste se sostiene con las prácticas de las que es producto. De una manera concreta, el habitus depende de las relaciones que existen en un individuo / grupo entre el capital económico y el capital cultural. Bourdieu propone una diferenciación de los habitus en función de la clase social, encontrándose en cada una, una multiplicidad de matices al modelo general.

Las diferentes especies de capital cuya posesión define la pertenencia a una clase y cuya distribución determina la posición en las relaciones de fuerza constitutivas del campo de poder y, al mismo tiempo, las estrategias que pueden adoptarse en esas luchas son simultáneamente unos instrumentos de poder, desigualmente poderosos en realidad y desigualmente reconocidos como principios de autoridad o signos de distinción legítimos (p. 317).

El sentido de la distinción, se basa en la búsqueda del máximo de “rentabilidad cultural” (p.267). Esta rentabilidad se maximiza mediante el establecimiento de una relación próxima con la cultura legítima y se encuentra representada por la clase dominante. Es precisamente esta proximidad la que provoca una relación cotidiana y por tanto despreocupada con actos como ir al teatro, conciertos de música clásica contemporánea etc. Esta clase social se encuentra en el mapa social donde se intersecciona una gran cantidad de capital económico con una no menos importante de capital cultural. Suele identificarse esta clase social por el hecho de recurrir frecuentemente en aquel tipo de ocio y consumo propios de “la clase ociosa” de Veblen, a saber, el ocio y consumo ostensible. Este tipo de actividades suponen una importante inversión en capital social y cultural por parte de este tipo de clases, y por tanto, proporcionan elementos distintivos de habitus que reproducen la cultura legítima en contraposición a otros habitus de clase. Es la clase dominante la que quiere poseer y posee la “cultura legítima” (p.280) y esto es lo que les confiere el más alto grado de habitus distinguido.

Por su parte, la pequeña burguesía puede ser caracterizada por su buena voluntad cultural. Esta es entendida como la distancia que se produce entre el conocimiento y el reconocimiento. Es decir, el pequeño burgués venera la cultura dominante, reconoce su valor como fuente de distinción social pero no participa de una relación estrecha con ella. Con asiduidad, la distancia entre el conocimiento y el reconocimiento, evidencia su falta de proximidad con la cultura legítima con lo que quedaría demostrada su alodoxia cultural. Este concepto recoge todos aquellos errores de identificación de la cultura legítima en las que se pone de manifiesto esta distancia. La cultura pequeñoburguesa genera una serie de subproductos de la cultura legítima que, por decirlo brevemente, son más baratos y producen el mismo efecto. El jazz en contraposición a la ópera (aunque últimamente, y según de que tipos de jazz hablemos, se puede considerar como gusto propio de cultura legítima), la divulgación en lugar de la ciencia… Es la pequeña burguesía la que juega un papel más serio en relación a la cultura dominante, ya que poseerla es el fin que pretenden conseguir y con ello alcanzar mayores cotas de distinción social, pero, al contrario de la gran burguesía no pueden permitirse una relación distendida con la cultura pues no existe una familiaridad tradicionalmente adquirida. Es por esta razón, por la que las expectativas se centran en el sistema educativo como fuente de provisión de esta relación y delegan, por tanto, en muchos casos la satisfacción cultural que no pueden conseguir en el presente en sucesivas generaciones que puedan cumplir el deseo de ascensión (y distinción) social. Por razones de espacio, no entraré aquí en los matices y diferenciaciones que existen en el seno de cada clase social.

Por su parte, el habitus de clase obrera se define por la elección de lo necesario. Es decir, se trata de la “necesidad hecha virtud”. Podemos advertir, aquí, cómo la cómo el habitus de clase puede desligarse de las condiciones de vida de la que es producto, de manera que aunque, los recursos materiales de los que dispongan aumenten notablemente, las prácticas estarán condicionadas por esta elección de lo útil, de lo funcional, de lo que, en definitiva “está hecho para ellos”. Las elecciones en materia cultural de esta clase social se justifican, entonces, en aquellas prácticas que consuetudinariamente se han establecido como propias de la gente de esa clase. De ahí viene la norma del principio de conformidad, que tiene su explicación en el sentido de que se trata de una llamada de atención a la gente de clases populares que tiende a revestirse de acciones propias del habitus pequeñoburgués. Viven en un “universo cerrado” (p.388) en el que las acciones sirven como refuerzo de la tradición y a su vez como negación de la vanguardia, que, en muchos casos es percibida como un ataque frontal contra el orden tradicional de “sus” cosas y efecto de las prácticas destructoras del propio grupo.

Estos tres modelos de la realidad en la que se divide el habitus son el ejemplo perfecto de cómo hasta los detalles más inadvertidos, que se producen en la interacción social, en cualquier ámbito, responden, sin duda a un orden propio de cada clase que es percibido como el “natural” en el seno de la misma. El revestimiento de sentido común de estas prácticas y elecciones dota al habitus del grupo de una consistencia muy difícil de transgredir. Asimismo, sugiere una jerarquización enclasante de habitus que es inconscientemente asumido como estructura mental en los diferentes grupos sociales y que, nuevamente, aparece como lo natural, lo obvio o incluso lo deseable.

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David Orta González
Otoño de 2004
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Introducción. La distinción. Criterios y bases sociales del gusto

Al parecer edición castellana de  La distinción. Criterio y bases sociales del gusto de Pierre Bourdieu, comparándola con la edición francesa, La distinction, Les edition de Minuit (1979), carece de la introducción. Gracias al trabajo desinteresado de Sociología Contemporánea y a la traducción de Óscar Martínez Gómez de la versión inglesa, podemos leer la introducción en castellano:

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Introducción. La distinción_Bourdieu
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Entrevista a Pierre Bourdieu (1991) – Parte 1

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Entrevista a Pierre Bourdieu (1991) – Parte 2

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Comentarios sobre La distinción de Bourdieu

El siguiente documento es un artículo de Matías L. Saidel publicado en Prácticas de Oficio. Investigación y reflexión en Ciencias Sociales, n° 5, diciembre de 2009.

Comentarios sobre La distinción de Bourdieu

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Otros recursos en la Red:

50 grandes aportaciones teóricas claves en la Sociología según Slattery

A mediados del segundo cuatrimestre del curso 2009-2010 en Grado de Sociología (UNED), a partir del Cuadro 1: Cincuenta grandes ideas o aportaciones teóricas claves en la Sociología según Slattery en Tezanos, J. F. (2006). La explicación sociológica: una introducción a la sociología. Madrid: UNED. Fuente: Slattery, M. (2003). Key ideas in sociology. Nelson Thornes. fui desarrollando cada una de estas aportaciones a partir de la información que fuí extrayendo y sintetizando a través de varios sitios web, principalmente de Wikipedia.

Aquí dejo el documento, que sólo trata de ofrecer un primer acercamiento a las principales teorías sociológicas mediante una breve explicación, a la vez que cita a los autores más relevantes en torno a ellas.

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