Mes: May 2011

La anomia del vandalismo juvenil

No he podido evitar redactar este documento al ver que un chico de Fuensalida había creado un evento en Facebook titulado “La conciencia de la gente” en la que denunciaba los actos de vandalismo que se vienen produciendo últimamente en el pueblo. Este chico denuncia en concreto que este fin de semana una cuadrilla de insensatos ha bailado encima de su coche y le han roto los dos espejos retrovisores. A tal evento se han unido múltiples comentarios de gente del pueblo manifestando otros tipos de actos de gamberrismo que se vienen dando recientemente en Fuensalida.

Al observar que mis vecinos y yo no somos las únicas víctimas de este vandalismo juvenil, no he podido evitar hacer un acto de reflexión y contar nuestro caso. El edificio comunitario en el que vivo, venimos sufriendo numerosos actos de gamberrismo durante más de dos años, y cada vez más. Sin ir más lejos, este mismo sábado nos quemaron el cartel de «por favor cierren la puerta» y por consiguiente la pared, rompieron el telefonillo, y encima dejaron todo el suelo del zaguán del portal lleno de vino y de más mierda. No contentos todavía tuvieron que volcar el contenedor de basura en medio de la calle. Hace dos fines de semana, les dio por romper las fotocélulas de entrada al garaje. Faenas como esta, puedo contar y aburriros: nos han robado extintores porque hubo una rara moda de quemar los contenedores de papel y se divertían luego apagando el fuego con los extintores robados.

Tenemos todos los fines de semana macrobotellones de gente menor de 18 años debajo de nuestras casas y dentro de los zaguanes de los portales, que son propiedad privada y a los que pusimos puertas cancelas para evitar que se metieran pero con ellos no va la cosa. Además del gasto de la Comunidad de estas cancelas y los desperfectos de muchas faenas, también tuvimos que adelantar la puerta del garaje, que estaba retranqueada originalmente, para que no se metiesen y dejaran todo lleno de mierda y de botellas que luego teníamos que quitar si queríamos salir con los vehículos del garaje. Una vez se me olvidó guardar el coche y cuando me acordé me encontré a una cuadrilla subidos en mi coche como si fuera el coche de una peña de las fiestas. Tuve que sacar las abolladuras y lavarlo al día siguiente, porque olía fatal el vino de los chorros del calimocho que me habían dejado en la chapa. Todo esto y más, no me invento nada.

De un tiempo a esta parte consigo abstraerme de las voces de chicas y chicos que cada fin de semana vienen a beber y a fumar. Sus jolgorios dionisiacos dan la sensación de que parece que sea siempre su última noche de fiesta. Como digo, me he ido acostumbrando a estas voces que molestan mucho. Pero la cosa no se queda sólo en eso. Al final alguno vecino o yo, o varios, tenemos que salir a la calle porque terminan haciendo alguna faena (que te llamen continuamente al timbre es lo de menos). Y aquí es donde viene el gran problema. Hace varias generaciones, se hacía la faena y se salía corriendo. Ahora no lo estiman necesario. Sales a regañarles y con actitud desafiante te dicen que ninguno de ellos ha sido, que tienen derecho a estar en la calle (por supuesto ¿pero de qué forma?), que como les toques te denuncian… y todo esto te lo dicen sin ningún tipo de respeto, e incluso insultándote en muchas ocasiones.

Estamos cansados de llamar a la Policía local y a la Guardia Civil. Vienen, ven los desperfectos, te escuchan, te dan la razón. De vez en cuando cogen los datos de algún chaval que otro, les llaman a la atención, pero la actitud de muchos chavales es de pasotismo ante las autoridades. En ocasiones les hablan a los guardias sin ningún tipo de deferencia. Los vecinos estamos cansados de solicitar tanto a la Policía Local como a la Guardia Civil que se pasen más a menudo para controlar la zona, pero no sirve de nada. Denunciar, sí, ¿pero a quien? si nadie ha sido. Y si lo piensas bien, con lo lenta que va la Justicia y que se trata de menores -hoy tienen más derechos que nunca, pero no obligaciones- no haces más que indignarte y sentirte impotente.

Cuando estos problemas los comentas con tus familiares y amigos, sale siempre en la conversación «que si hoy los padres no dan una suficiente educación a sus hijos, que si no leS transmiten valores, que si en los colegios tienen mucha libertad, no respetan a los profesores y éstos los dan por imposibles…» Todo esto y más. Es verdad que hay gran parte de verdad en estos discursos, pero tampoco podemos condenar a toda la juventud sólo por unos pocos. El problema es que cada vez esos pocos se convierten en más. ¿Por qué? Porque no hay ejemplaridad pública y muchos jóvenes no saben lo que significa la noción de ‘sociedad civil’. Un chico hace una faena, los vecinos le llaman la atención, la Policía o Guardia Civil le llama la atención, sus padres no se enteran… al final el chico, al ver que nadie le exige ningún tipo de esponsabilidad, sus actos se convierten en una situación normal. Entonces a la siguiente, viene y te la hace más gorda para superarse y que sus amigos lo vean y le rían la gracia.

Creo que hay un abandono por de todos los agentes e instituciones fundamentales en la educación para la ciudadanía de los adolescentes, tanto por parte de las familias, los colegios, los agentes de la autoridad y los ayuntamientos. Las familias porque en muchos casos no están pendiente o no quieren saber lo que de verdad hacen sus hijos o hijas menores cuando salen. Muchas familias piensan que sus hijos son los más buenos porque en casa se comportan según las normas que, más flexibles o menos, les imponen. Pero si algún padre o madre viera a su hija de 16 años ebria con sus zapatos de tacones trastabillándose y haciendo ‘eses’ por la calle, se llevarían un buen disgusto. O si vieran que su hijo de 16 años todos los sábados acaba vomitando en alguno de nuestros portales mientras el resto de sus amigos se ríen.

En cuanto a los colegios e institutos, es un tema que habría que analizar en profundidad, pero opino que el colectivo de profesores están en cierto modo indefensos y antes de enfrentarse a jóvenes conflictivos, prefieren dejarlo pasar y no tener problemas en su vida profesional. Y he aquí uno de los problemas por los que las situaciones anómalas se terminan convirtiendo para los adolescentes en situaciones normales para ellos.

¿Los agentes de la autoridad? Pues siendo justos, es verdad que en estos casos ellos poco pueden hacer. Llamarles la atención o tomarte nota de la denuncia por hacer ruido por la noche. Ellos te dirán que no está prohibido el botellón en este pueblo y que no pueden hacer nada aunque sean menores porque no es el consumo de alcohol lo que está prohibido para menores de 18 años, sino la venta. Y aquí yo me pregunto ¿Por que no se controla cómo consiguen el alcohol si está prohibida su venta para menores de 18 años? ¿Estará algún establecimiento incumpliendo la ley? ¿o será que algunos adultos irresponsables les hacen el favor de comprárselo por ellos? En cuanto a los actos de vandalismo, poco hay que hacer si no ves al que ha hecho la faena. Y ni siquiera te vale, porque será tu palabra contra la de un menor que en principio su presunción de inocencia, por la ley del menor, es más encomiable que la tuya. Más que testigos, necesitarás pruebas. ¿Y qué vas a hacer? ¿Te quedas toda la santa noche del sábado escondido en algún lugar grabando por si hacen la faena, para que luego no se vea nada porque es de noche?

Y por último los ayuntamientos. Pareciera que no se les pudiera responsabilizar a éstos de la educación de los jóvenes. Sin embargo los ayuntamientos tienen responsabilidad sobre el entorno urbano y lo que ocurre en las calles, así como la seguridad ciudadana. Para eso tienen en nómina un cuerpo de policía local. Para muchos ayuntamientos, como creo que es el caso de Fuensalida, es más fácil decir que el problema es de difícil solución porque los jóvenes tienen derecho a estar en las calles. Bien, pero ¿hacia qué lado miran cuando es sabido por todos que consumen alcohol descontroladamente y estupefacientes? Porque también hay que decirlo y dejarlo bien claro, las drogas representan un gran problema y un foco de riesgo para los adolescentes. Se empieza por drogas blandas, pero luego nunca se sabe donde se acaba. Opino que los ayuntamientos son asunto clave para ofrecer soluciones. Tienen recursos diplomáticos y coercitivos para ello. Diplomáticos porque a través de la Policía Local podría perseguir directamente estos problemas de vandalismo en ascenso. A través de las autoridades, con un control más sistemático podrían identificar a los jóvenes conflictivos, de tal manera que los ayuntamientos podrían acceder, por la vía diplomática, a hablar con las familias de estos chicos para que, en principio, tengan conocimiento de ello, y se les advierta que ante reincidencias se tomarían medidas coercitivas. Y hablando de vías coercitivas, ¿Es tan difícil crear una ordenanza que prohíba el botellón en lugares públicos, sobre todo residenciales? No se trata de que manden a los jóvenes a beber a un sitio donde no molesten. Pues siguen siendo menores los que beben, y al final se descontrolarán y el vandalismo no hará nada más que cambiar de lugar. Opino que los ayuntamientos deberían ser más ingeniosos para solucionar este problema, que repito, no es sólo el de las molestias que causan a los vecinos, sino el de la educación en valores con la que se están socializando las nuevas generaciones. Los ayuntamientos podrían crear programas y actividades nocturnas para estos jóvenes. No se solucionaría todo de golpe, siempre quedarán, por desgracia, los más conflictivos. Pero si se producirá un gradiente que tienda a disminuir el consumo de alcohol y drogas de la juventud del pueblo. Algunos dirán que tiene costes. Pues claro, pero este tipo de inversiones cuando se elaboran programas capaces de funcionar contribuirán a hacer de las nuevas generaciones personas con mejor valores morales, pues hay que pensar que hoy el valor más preciado de nuestras sociedades modernas es el capital humano.

Rubén Crespo

30 de mayo de 2011

Cura para ingenuos en las sociedades corporativistas

Las sociedades en las que nos ha tocado vivir –evidentemente hablo sobre las sociedades occidentales ‘desarrolladas’– han recibido últimamente muchas denominaciones y calificativos: sociedad de la información, sociedad científico-tecnológica, sociedad de post-industrial, sociedad hipermoderna, sociedad del conocimiento, sociedad del consumo… Pero hay una que me parece muy destacable: sociedad corporativa o sociedad corporativista. Pero no entendidas estrictamente como corporativismos (concepto sociológico de funcionalismo estructural), sino como la sociedad de las empresas, donde -como dice Zygmun Bauman- el Poder se ha divorciado de la Política; es decir, donde las grandes corporaciones transnacionales, difíciles de ubicar en un lugar geográfico determinado, ostentan hoy un poder inconmesurable, tanto en el panorama económico como en el sociopolítico y cultural. Como cura contra la ingenuidad, quiero dejar hoy un par de vídeos que ilustran muy bien esto que quiero decir.

El primer vídeo es una de las mejores escenas de la película Network, un mundo implacable (Sidney Lumet, 1976). Un análisis sobre el poder de la televisión, que retrata un mundo competitivo donde el éxito y los récords de audiencia imponen su dictadura. Howard Beale, veterano presentador de un informativo, es despedido cuando baja el nivel de audiencia de su popular programa. Sin embargo, antes de abandonar la cadena, en una reacción inesperada, y ante el asombro de todos, anuncia que antes de irse se suicidará ante las cámaras, pegándose un tiro en directo. Este hecho sin precedentes provoca una gran expectación entre los televidentes y los propios compañeros de Howard. La escena que enlazo es el «cruel orden natural de las cosas» en las sociedades corporativistas.

El segundo vídeo reproduce el discurso que Salvador Allende pronunció en 1972 en la ONU, donde no sólo denunciaba la hostilidad de EEUU, sino para denunciar algo mucho peor: la falta de control sobre las multinacionales y su papel nefasto en lo que hoy se conoce como la dimensión negativa de la globalización. Era el capítulo anterior del neoliberalismo que hoy gobierna el mundo. Si esta última afirmación es muy contundente, al menos se deberá reconocer que las grandes corporaciones transnacionales ejercen una poderosa influencia en la gobernabilidad de los estados a escala global. (Véase: lobbying, o cabildeo en su terminología española).

¿Habrá un equipo español en la Final de la Champions?

¿Habrá un equipo español en la Final de la Champions?

La pregunta es digna de encuesta, y se debería hacer en tres niveles de estratificación: la de la afición madridista de toda España, la de la afición barcelonista en Cataluña y la de la afición barcelonista del resto de España.

Dos imágenes de de sentimientos nacionales encontrados entre las aficiones madridistas y barcelonistas.

Me llama mucho la atención cuando en casi todos los medios de comunicación hablan de que, al margen de lo que han significado los clásicos Madrid-Barça, habrá un equipo español en la Final de la Champions. Tal afirmación no está exenta de conflicto. Claro algunos dirán –Ya estamos mezclando deporte con política… No es ilícito afirmarlo, pero cuanto menos exige cierta crítica razonable, si se presta la suficiente atención al fenómeno que acaece en la Final de la Copa del Rey, cuando suena el himno nacional, unos cantan ‘¡Que viva España!’, los otros silban hasta la saciedad para acallar tal himno. Y por el nivel de ruido que alcanzan tales silbidos no son unos pocos. Ya se demostró en otra final que enfrentó al Barcelona con el Athletic de Bilbao (en este caso ambas aficiones) . Me pregunto hasta qué punto hay un sentimiento antiespañol en estas manifestaciones. Si el Barcelona es más que un club, los Madrid-Barça van más allá de la mera rivalidad deportiva.

Durante todos estos días, entorno a los clásicos, se han podido ver cruces de opiniones variopintas donde unos intentan desprestigiar al contrario, otros se enorgullecen de su equipo, etc. Pero en estos enfrentamientos nunca faltan comentarios del tipo: “ojalá se mueran todos los catalanes…” o al contrario, lo cual me parecen afirmaciones muy graves y desafortunadas. Y esto ya no es rivalidad deportiva, ha pasado a un plano político-nacional. Por tanto cuando los medios dicen -por el Barcelona-: “un equipo español jugará la final”, aunque se haga inconscientemente, estas palabras tienen cierta provocación en muchos aficionados que van más allá de lo estrictamente deportivo. Tanto para los de un lado como para los del otro. Si a unos les molesta que digan que el Barça es español cuando se manifiesta con silbidos en contra del himno nacional y no suelen ver banderas españolas en sus celebraciones cuando ganan títulos internacionales; a los otros no menos conflicto les generará cuando les cuelgan el papel de representar a un país del que parecen no sentirse orgullosos.

Ya me gustaría que esto no fuese así, y que tal rivalidad quedara en lo puramente deportivo. Al margen del conflicto político-nacional, en lo deportivo es en lo que creo que se basan los miles de aficionados del Barça repartidos por toda la geografía española que no sea Cataluña. Pero no puedo por menos que hacerme la siguiente pregunta: ¿Qué se piensa el aficionado barcelonista de Albacete, el de Valladolid, o el de cualquier parte que no sea Cataluña, cuando se realizan este tipo de manifestaciones antiespañolas en los campos de fútbol como silbar al himno de España? ¿Se pueden sentir cómplices de una afición así?

Quiero dejar bien claro que yo no tengo ningún tipo de conflicto político-ideológico con los catalanes y no deseo nada malo para ellos aunque el Barça le meta 5 (como si son 10) al Madrid. Para mí el respeto y la libertad de expresión es lo primero. Sería ingenuo pensar que la rivalidad del Madrid-Barça sólo se queda en lo deportivo. Es cierto que se puede estar más o menos orgulloso de una región, de su historia, de sus ideales, etc. y que tales sentimientos emerjan en pugna cuando hay un partido de fútbol, pero de ahí que los antagonismos trasciendan radicalmente por vías de identidad nacionalistas y excluyentes entre ambas, cuanto menos obliga a realizar una reflexión sobre un fenómeno sociológico nada bueno. Por eso pienso que los clubes tienen responsabilidad ante estas tendencias perversas. Independientemente de las disputas por los errores arbitrales, de los debates estratégicos dudosos en el campo y de tantas más a las que atienden los clubes, deberían realizar un ejercicio de compromiso para que este tipo de rivalidades deportivas no trascienda a conflictos sociopolíticos sangrantes y no se usen como excusa para escarnecer todo tipo de improperios cuyas consecuencias tienen gran probabilidad de acabar en actos violentos y resentimientos crónicos.

La encuesta que propongo al principio nos confirmaría en cierto modo hasta qué punto es cierto lo que intento reflejar en este artículo. Claro está, que de llevarla a cabo y a partir de las conjeturas sobre lo observado se intentería buscar posibles respuestas a tal fenómeno sociológico.

Rubén Crespo

4 de mayo de 2011