Categoría: Sociología de las Emociones

Cualquiera puede enfadarse… pero…

Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo.

Aristóteles, Ética a Nicómano.

Hace uno días vi la película La Odisea de Andrei Konchalovsky (EEUU, 1997). La película está basada en La Odisea de Homero. Bueno, atribuida a él, porque no hay certeza absoluta de que el poema épico griego lo escribiera Homero. La Odisea, narra las aventuras y todos los obstáculos que tiene que superar el héroe griego Odiseo (Ulises en latín) en su viaje de vuelta a casa tras la Guerra de Troya. Ulises tarda veinte años en regresar a la isla de Ítaca, donde poseía el título de rey, período durante el cual su hijo Telémaco y su esposa Penélope han de tolerar en su palacio a los pretendientes que buscan desposarla (pues ya creían muerto a Ulises), al mismo tiempo que consumen los bienes de la familia.

Evidentemente, la película no es un retrato fiel de la obra original y no narra la historia con la misma cronología, aparte de que omite muchas aventuras que le acaecen a Ulises de las que, gracias a su astucia e inteligencia, logra salir airoso. No obstante, sin ser una superproducción, como las que estamos acostumbrados a ver últimamente, la película es muy interesante y digna de ver.

El motivo por el que escribo esta entrada es la frase que encabeza este artículo. Resulta que en la película, cuando Ulises por fin logra regresar a Ítaca con la ayuda de los feacios, una vez que su hijo Telémaco lo ha reconocido y le manifiesta sus deseos de venganza contra los pretendientes que acosan a su madre y su reino, Ulises aconseja a su hijo que debe controlar su ira a través de esas palabras. Sabía que dicha frase la había oído o leído en algún sitio. Enseguida encontré donde. Fue en el primer capítulo ‘El desafío de Aristóteles del libro’ de Daniel Goleman, Inteligencia Emocional. Efectivamente la frase es de Aristótles, y no recuerdo que la original Homero, supuestamente, la hubiera puesto en boca de Ulises. Supongo que se trata de un suplemento oportuno que los guionistas introdujeron en la adaptación cinematográfica. Y la verdad, encaja a la perfección en el contexto de la obra, al igual que le sirve a Goleman en su libro para enfatizar su mensaje de la necesidad de saber controlar las emociones.

Aristóteles —como dice Goleman—, en Ética para Nicómano, realiza una indagación filosófica sobre la virtud, el carácter y la felicidad, desafiándonos a gobernar inteligentemente nuestra vida emocional. Nuestras pasiones pueden abocar al fracaso con suma facilidad y, de hecho, así ocurre en muchas ocasiones; pero cuando se hallan bien adiestradas, nos proporcionan sabiduría y sirven de guía a nuestros pensamientos, valores y supervivencia. No obstante, según Aristóteles, el problema no está en las emociones en sí, sino en su conveniencia y en la oportunidad de su expresión. La pregunta es: ¿de qué forma podemos aportar más inteligencia a nuestras emociones y más afecto a nuestra vida social?

Rubén Crespo
20 de noviembre de 2011