Así como yo te quiero

Hoy día de San Valentín, Así como yo te quiero. Recién enterrada la sardina ayer, terminó un año más el Carnaval, y sigo sin ver ni oír entre las comparsas de Cádiz un pasodoble como éste:

Comparsa "La Milagrosa", Carnaval Cádiz 2000. | Fuente: www.carnavaldecadiz.com
Comparsa «La Milagrosa», Carnaval Cádiz 2000. | Fuente: http://www.carnavaldecadiz.com

Hunde un cuchillo marinera,
hasta el sentío,
pa saber por quien suspira el corazón mío.
Como un pozo ama al patio
y la lluvia a las macetas,
como un viento y otro viento a una veleta.
Como la iglesia a los fusiles
de los cobardes,
como un pobre a un pobre perro
para que le ladre,
como un mar a un vaso de agua
o el grito al abismo,
como el cielo a las desgracias,
como un cura al catecismo.
Como la brisa de agosto a las persianas,
como un manto de calichas a los pasillos,
como pueden los fulanos a las fulanas,
como un nido de secretos a los pestillos.
Como un chivo a la legión,
como Dios a un huracán,
como un preso a una ilusión,
como el ruido a la soledad.
Como un barco al horizonte,
como un loco a su cordura,
como un hombre a otro hombre,
como el norte sólo al norte,
como el torito a la luna.
Como el hambre a los chiquillos,
como un cojo a una mentira,
como el miedo a lo prohíbio,
como el sexo a los gemidos,
como la muerte a la vía.
Como un tonto a un san benito,
como el frío al mes de enero,
como el nudo a la corbata,
como el rey al monedero.
Hunde el cuchillo marinera
a ver si muerto ya te enteras,
nadie habrá que así te quiera,
así como yo te quiero.


Antonio Martínez Ares
“La Milagrosa” 2000

O bien este otro, dedicado al drama del paro:

Esto fue en el 2000. Me pregunto qué habría cambiado Martínez Ares la letra de este pasodoble si se hubiese presentado al Concurso de Comparsas del Carnaval de Cádiz de este año… o del pasado… o del anterior.

El lema de Samuel Butler

SamuelErewhonButler
Samuel Butler. Fuente: Wikipedia

Nunca escribo sobre tema alguno, salvo cuando creo equivocada la opinión de quienes gozan de fe pública, y esto implica como consecuencia necesaria que todos los libros que escribo luchan contra quienes acaparan un campo.

Samuel Butler, citado en R. V. Sampson, The Psychology of Power (NuevaYork, Pantheon, 1966), p. 110. A su vez, citado en SZASZ, Thomas. [1992] 2001: Nuestro derecho a las drogas. Barcelona, Anagrama. p. 23.

Samuel Butler (1835–1902) fue un escritor, compositor y filólogo inglés, principalmente conocido por su sátira utópica Erewhon y su novela póstuma The Way of All Flesh. Butler se describió a sí mismo como un «escritor filosófico».

¡Feliz Navidad y próspero 2013!

Felicitación Navidad 2012_Rubén

Este año quería transmitir en mi tarjeta de felicitación navideña un mensaje motivador y esperanzador para estos tiempos que un año más siguen siendo inciertos. Me dije: —Morín tendrá lo que busco —no me lo pensé dos veces— voy a buscar en uno de sus libros, seguro que en La Vía… —y no tardé mucho en encontrarlo, la verdad. Reproduzco más abajo un texto más amplio de la cita:

No podemos esperar el mejor de los mundos, pero sí un mundo mejor. Sólo siguiendo las vías reformadoras regeneraremos el mundo humano, de forma que converja hacia la Vía que conduce a la metarmorfosis. Porque sólo la metarmorfosis podría mejorar el mundo.

Hay que reformarlo y transformarlo todo. Pero todo ha empezado a transformarse ya sin que nos hayamos dado cuenta. Hay millones de iniciativas que florecen en todas partes del mundo. Es cierto que, a menudo, son ignoradas, pero cada una, en su vía, aporta confianza y conciencia. Trabajemos para diagnosticar y transformar. ¡Trabajemos para relacionar y unir!

Repitámoslo: las reformas son solidarias (…)

Edgar Morin. (2011): La Vía para el futuro de la humanidad. Paidós. p.283.

El efecto principal del aumento de la escolarización según Boudon

[…] el efecto principal del aumento de la escolarización no es otro que la mayor dedicación de tiempo que el individuo emplea en satisfacer unas aspiraciones sociales que, desgraciadamente, siguen sin cambiar.

(Boudon, 1983b: 185 en: Guerrero Serón, 2003: 193)

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Raymond Boudon. Fuente: www.contrepoints.org
Raymond Boudon. Fuente: http://www.contrepoints.org

Raymond Boudon (1934-) pertenece a la generación de los sociólogos franceses de Pierre Bourdieu y Alain Touraine, que han avanzado el desarrollo de la teoría sociológica contemporánea. Boudon rechaza de forma rotunda el estructuralismo en sus formas extremas y da mayor énfasis en la importancia de los actores, sus intenciones y decisiones para la explicación de los fenómenos sociales. Forma parte de la tradición individualista de las ciencias sociales, inspirada en Max Weber, que concibe a la vida social como resultante de la agregación de acciones individuales diversamente motivadas. El cometido de la sociología es por tanto hacer visibles los mecanismos a través de los cuales las acciones y las consecuencias de acciones se traban e interceptan para producir hechos sociales relevantes, que requieren explicación justamente por no ser producto intencional de los actores. Entre esos mecanismos destacan sobre todo los «efectos perversos», aunque sus formas y significados para los actores son virtualmente infinitas.

En general, la obra de Boudon aborda diversos temas teóricos y empíricos entre los que destaca su investigación del sistema educativo francés, en la que aplica el modelo individualista para mostrar cómo las decisiones estratégicas individuales pueden, cuando se generalizan, producir efectos amplificados contrarios a sus propios intereses y a las intenciones expresadas de las políticas educativas (Giner, Lamo y Torres, 2006. p. 71).

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Bibliografía: 

GINER, Salvador, Emilio Lamo de Espinosa, y Cristó Torres Albero. (2006). Diccionario de sociología. Madrid. Alianza Editorial, S.A.

GUERRERO SERÓN, Antonio. (2003). Enseñanza y sociedad : el conocimiento sociológico de la educación. Madrid. Siglo XXI.

Enfrentarse al papel en blanco

Hay dos razones para explicar el temor que produce enfrentarse al papel en blanco (o la hoja en blanco de tu editor de texto en el ordenador). La primera, es no saber qué decir. La segunda, es que sabes muchas cosas pero no sabes cómo decirlas. Mientras la primera es deprimente, la segunda es sofocante. Pero en la última siempre merece la pena intentarlo. En la primera, también, si es que te subestimas.

Rubén Crespo | 23 de noviembre de 2012

Modelo hobbesiano vs Modelo aristotélico

Recientemente he leído Religión sin redención de Luis Martínez Andrade (Taberna Libraria Editores, 2011). Me encontré con un párrafo que me ha venido como anillo al dedo para la asignatura de Historia de las Ideas Políticas. Reproduzco a continuación el párrafo porque me resulta muy interesante para comprender el giro copernicano que supuso en el pensamiento político el modelo hobbesiano respecto al modelo aristotélico.

En el texto, Sociedad y Estado en la filosofía moderna, Norberto Bobbio arguye que el iusnaturalismo político es iniciado por Thomas Hobbes en 1647, ya que para él, este pensador inglés rompe con el modelo aristotélico imperante en esa época. Las diferencias radican en que si bien el modelo hobbesiano es dicotómico y cerrado, el modelo aristotélico es plural y abierto; en el primero se trabaja sobre la antítesis estado de naturaleza/estado civil, mientras que, en el segundo se emplea una visión evolutiva y gradual de la sociedad. Para Hobbes la idea del hombre se expresa en el homo homini lupus y, para Aristóteles, el hombre es un zóom politikon. Aunque existen otras diferencias fundamentales en ambos modelos me interesa acentuar un elemento axial de la perspectiva iusnaturalista que es la dicotomía entre «estado de naturaleza” versus «estado civil». Para los iusnaturalista la “sociedad civil” no es la prolongación, ni mucho menos, el perfeccionamiento del “estado de naturaleza”, sino la sustitución de éste. La “sociedad civil” es un momento antitético al “estado de naturaleza”, es un estadio diametralmente opuesto al: “estado en el que se encuentran ciertas sociedades primitivas, ya sean los de los pueblos salvajes de esta época, como algunos grupos indígenas de América, ya sean las de los pueblos bárbaros de la antigüedad, ahora civilizados” (Bobbio, 1994:71). Esta idea es de importancia capital: refleja la visión de mundo de los pueblos coloniales. Cabe preguntarse: ¿Cuáles son las implicaciones políticas y epistemológicas de seguir trabajando con conceptos y categorías que suprimen a los pueblos de la periferia? ¿La dicotomía utilizada en el modelo iusnaturalista actualiza la idea maniquea salvaje/civilizado? ¿Este tipo de planteamientos siguen siendo válidos aún cuando las ideas de progreso, modernidad y desarrollo han perdido legitimidad?

(Martínez Andrade, 2011, pp. 52-53)

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Nota.

La bibliografía reseñada dentro del párrafo de Martínez Andrade es:

BOBBIO, Norberto y  Michelangelo Bovero. (1994). Sociedad y Estado en la filosofía moderna, México, FCE.

Esquema gráfico de las diferentes corrientes en Teoría Sociológica

Hace poco me llegó una imagen que me pareció muy útil para situar las diferentes teorías sociológicas y sus pensadores en función de las influencias de unos sobre otros. Por lo que parecía, se trataba de una imagen escaneada de un libro con escasa calidad. Se podía ver como clareaba el texto del envés de las dos páginas que abarca el gráfico y la sombra central central que produce el libro abierto. Puesto que intento respetar los derechos de autor y copyright, y en este caso no se quién los tiene porque desconozco de qué libro que se ha extraído, para no caer en las malas prácticas del simple ‘copia y pega’, es decir, plagio, decidí reeditar la imagen yo mismo. No obstante, si a alguien le suena, agradecería que me dijera en qué libro aparece este esquema que yo he reeditado*. Me gustaría por lo menos citar al ilustrador, pues resulta un esquema magnífico y muy útil, sobre todo para aquellos que empezamos a introducirnos en la inmensa vorágine de la Teoría Sociológica.

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Esquema Gráfico Teoría Sociológica.

Para descargar la imagen con mayor tamaño pinche AQUÍ

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*Nota: según me han informado en la entrada de este mismo post en Cisolog, el esquema original cuya ilustración he reeditado, pertenece al libro: Pino Artacho, Juan. 1990. Teoría sociológica, la. Editorial Tecnos. No obstante, en los comentarios de esta misma entrada, Claudio Cirio me informa de que el esquema pertenece al libro: Lafforgue, Martin-Sanyu. 2005. Sociologia de Saint Simon a Pierre Bourdieu para principiantes / Sociology for Beginners. Era Naciente (escrito por Martín Lafforgue e ilustrado por Sanyu). Podría dar el caso de que la ilustración apareciera en ambos libros, aunque, al ver las ilustraciones de la portada del último, parece que sea más probable que pertenezca a éste en caso de que sólo estuviera en uno.

Pregón de la I Jornada Medieval Portillo de Toledo 2006

Ordenando mis carpetas de archivos me he encontrado con este texto que realicé para el pregón de la Jornada Medieval de Portillo de Toledo 2006, que fue la primera, y que año tras año estas jornadas medievales han venido celebrándose con bastante éxito.

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I JORNADA MEDIEVAL

PORTILLO DE TOLEDO

2, 3 y 4 de Junio 2006

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Leyendo el Pregón en el acto inaugural junto a mi sobrino Luis. 2 de junio de 2006 en la Plaza de España de Portillo de Toledo

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PREGÓN:

Excelentísimo Señor Alcalde, dignísimas autoridades, querido Párroco, señoras y señores:

Este fin de semana es especial para Portillo. Y digo ‘especial’ porque celebra su: I JORNADA MEDIEVAL.

A lo largo del año se celebran por muchos rincones de nuestra geografía los ya famosos mercados medievales. Una excusa perfecta para adquirir productos gastronómicos, curtidos o bisutería, con la garantía de estar ante el resultado de una labor totalmente artesanal.

Portillo no ha querido ser menos, y hoy, nos trasladamos por unos días a la época más mágica de nuestra historia: la Edad Media. Por eso a partir de hoy, esta villa llenará sus calles de saltimbanquis, bufones y brujas, mientras nuestra querida banda nos ambientará con notas musicales de la época. Jóvenes artistas de la localidad nos impresionarán con actuaciones teatrales, recitales poéticos y danzas del arte medieval. Magia e ilusión inundarán hasta el último rincón. Podremos participar en los torneos divirtiéndonos como lo hacía la alta nobleza. Veremos algún que otro auto de fe, como los que se celebraban antaño en las plazas públicas, en el que una bruja era condenada a arder en el fuego eterno. Todo esto y más, mientras los comerciantes ofrecerán sus productos artesanos elaborados con todo su cariño.

¡Amigo visitante!, tal vez llegue a creerse ciudadano de esta época tan antigua, descubra sus costumbres y deguste sabores desconocidos. Pero no olvide que a la hora de pagar, no se aceptan maravedíes.

La Edad Media comienza  en el siglo V con la caída del Imperio Romano y termina con el descubrimiento de América en 1492. En muchos aspectos los tiempos medievales nos parecen remotos y misteriosos, poblados de caballeros y damas, reyes y obispos, monjes y peregrinos. Pero las ciudades, los Estados, los Parlamentos, los sistemas bancarios y las universidades de hoy en día, tienen sus raíces en esta época, y buena parte de nuestro paisaje está todavía dominada por los grandes castillos y las catedrales medievales.

No voy a contar aquí la historia completa de la Edad Media. Me conformaré sólo con dar algunas pinceladas sueltas, cuya intención, no es más que conocer algunos matices del marco socio-cultural de esta época y trasladarnos, aún si cabe, un poco más al contexto de la jornada medieval que celebramos hoy.

Empezaré por citar un pequeño fragmento de una de las grandes obras maestras de la literatura universal, que aunque no fue escrita en pleno periodo medieval, describe la locura del protagonista causada por sus continuas lecturas de libros de caballerías propios de la Edad Media. Estoy hablando de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.

En el capítulo XXXIX DONDE EL CAUTIVO CUENTA SU VIDA Y SUCESOS, Miguel de Cervantes nos relata la historia en la que el padre del cautivo le reúne junto a sus dos hermanos para repartirles su hacienda y transmitirles su voluntad. Dice así:

“… Pero querría que después de que cada uno tuviese en su poder la parte que le toca de su hacienda, siguiese uno de los caminos que le diré. Hay un refrán en nuestra España, a mi parecer muy verdadero, como todos lo son, por ser sentencias breves sacadas de la lengua y discreta experiencia; y el que yo digo dice: “iglesia, o mar, o casa real”, como si más claramente dijera: “Quien quisiere valer y ser rico, siga, o a la Iglesia, o navegue, ejercitando el arte de la mercancía, o entre a servir a los reyes en sus casas”; porque dicen: “Más vale migaja de rey que merced de señor.” Digo esto porque querría, y es mi voluntad, que uno de vosotros siguiese las letras, el otro la mercancía y el otro sirviese al rey en la guerra, pues es dificultoso entrar a servirle en su casa; que ya que la guerra no dé muchas riquezas, suele dar mucho valor y mucha fama.”

De este texto me llama la atención ese refrán que el padre del cautivo afirma tan verdadero: “iglesia, o mar, o casa real”. ¿Y por qué? Porque pienso que, efectivamente, tenía mucho de verdad en aquella época. Representa los tres caminos que uno podía elegir para llegar a ser algo en la vida. Tres caminos que explicaré brevemente:

1. Iglesia.

Uno podía escoger el camino de la iglesia. A saber que ésta era entonces una de las pocas entidades organizadas que además de ser dueña de un enorme poder sobre los hombres, participó en importantes cuestiones del estado.

Pero lo más importante, es que al escoger la iglesia, uno podía seguir el camino de las letras. Fueron los monasterios y las escuelas catedralicias los encargados de preservar la cultura. Después, estas instituciones educativas progresaron hasta fundarse las primeras universidades.

Merece la pena mencionar en este punto a la Escuela de Traductores de Toledo, donde sabios cristianos, árabes y judíos consiguieron traducir a las lenguas de las tres culturas los documentos antiguos que se habían salvado del las invasiones bárbaras. Así, Europa se fue inundando con los restos del saber clásico que se habían podido recuperar en Toledo: Aristóteles, Platón, Cicerón, Ovidio, etc.

2. Mar.

Pero si uno no quería hacer votos de castidad, tenía la opción de dedicarse a las actividades de los mercaderes y comerciantes. El refrán dice ‘Mar’ y con ello se refiere a que a finales de la Edad Media, el comercio había experimentado un gran auge en nuestra península, que posteriormente se expande al resto de Europa a través del mar. Sobre todo  por la Ruta del Mediterráneo.

Para entonces, los mercaderes y artesanos se organizaron en gremios y regidos por rigurosas ordenanzas, dotaron a las ciudades de una fisonomía peculiar, con sus talleres, mercados, lonjas, etc.

No obstante, mucho antes de esto, la economía había sido más bien de subsistencia, cuyas únicas actividades de reducían a la agricultura, la ganadería y la explotación de los bosques. La ganadería fue la que más progresó, especialmente en las tierras de Castilla, donde el gran número de ovejas hizo imposible aumentar los pastos y se tuvo que recurrir a la práctica de la trashumancia. De esta manera los reyes concedieron el privilegio de paso, es decir las cañadas, para el traslado del ganado. Esto ocasionó  graves enfrentamientos entre ganaderos y agricultores al ver estos últimos, sus tierras invadidas por el ganado.

Lo que acabo de contar está muy ligado a la Historia de Portillo. Como muchos sabrán, durante los siglos XVI y XVII, los habitantes de nuestro pueblo tuvieron un conflicto con el Duque de Maqueda en el lugar de “La Reyerta”. Al parecer, después de que el pueblo comprara los derechos de pastos, este lugar siguió siendo ocupado por los ganados del Duque. Tras un largo periodo de pleitos, el rey resolvió que “La Reyerta” pasara al común de los portillanos y que las rentas que el Duque reclamaba, serían donadas a la patrona del pueblo, la Virgen de la Paz. Por eso, todos los años, cada 24 de enero, día de nuestra patrona, se repite este acto simbólico de ofrecerla el ramo.

3. Casa Real.

Y por último, uno podía elegir servir en la Casa Real, que como muy bien dice el padre del cautivo: al rey se le solía servir en la guerra.

Habiendo rechazado el mundo de las letras que ofrecía la iglesia, y las riquezas que se podían obtener del comercio. Sirviendo al rey en la guerra, uno buscaba el prestigio y el reconocimiento social.

En un mundo de señores y vasallos impuesto por el sistema feudal, no era tarea fácil llegar a ser un auténtico caballero de la corte real. Pues, La caballería era una clase privilegiada de la sociedad.

Generalmente, el hijo del señor feudal era el que tenía más posibilidades de llegar a ser un gran caballero. Desde los siete años se le enseñaba a manejar las armas y a montar. A los catorce se convertía escudero de un señor más rico. Saber leer y escribir no era obligatorio para un caballero. La vida en el castillo, las canciones y narraciones de las hazañas caballerescas debían inculcarle la idea del honor: la fuerza, el valor y la fidelidad al señor.

Los caballeros pasaban todo su tiempo en las guerras. Vivían en castillos fortificados, necesarios para la defensa durante la guerra y para proteger a los señores del ataque de los campesinos amontillados.

El caballero combatía siempre a caballo. Recubierto de acero, el caballero era en sí, una especie de fortaleza viviente. Existía un dicho popular según el cual ‘cien caballeros equivalían a mil infantes’. Los caballeros eran muy diestros en los combates singulares, pero no sabían actuar  unidos y eran poco disciplinarios en una batalla.

La distracción preferida de los caballeros era los torneos, certámenes militares los cuales se realizaban en las cortes de los reyes o de los grandes señores feudales.

No quiero entretenerles más. Solamente me queda agradecer su atención, esperando haberles acercado un poco más al acontecimiento cultural que celebramos este fin de semana. Con el deseo también de la consolidación de este acto en años sucesivos.

Señoras y señores, solo me queda decirles que disfruten de esta:

I JORNADA MEDIEVAL en PORTILLO DE TOLEDO.

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Rubén Crespo
En Portillo de Toledo, a 2 de junio de 2006.

Recuerdos, un deseo y una definición del amor

25º Aniversario del enlace de Marivi y Antonio

(20 de Junio de 1987)

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Retrato de Marivi y Antonio, realizado por Lola Beneytez

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Cuando empecé a escribir este texto que hoy os leo, antes que entregarlo a deseos sentimentales y románticos sobre el amor y la fidelidad, pensé que sería más valioso entregarlo a los incontables recuerdos que tengo de vosotros ―y con vosotros― en estos 25 años.

Es la memoria uno de nuestros bienes más preciados, no sólo cómo capacidad o facultad de recordar, sino también como el soporte en el que quedan impresas las huellas o trazas del pasado, las que nos van definiendo y nos van haciendo tal y como somos. Y no sólo eso, pues es en la memoria de todos los que nos rodean donde nuestras vidas se extienden, e incluso, donde podemos existir eternamente.

Por ello, quiero hoy evocar algunos maravillosos recuerdos de estos 25 años, recuerdos que he rescatado de mi memoria en estos últimos días. Naturalmente, no os podré leer todos porque ni todos los que he recordado son los que tengo, ni todos los que tengo son los que os puedo leer, si no me extendería mucho.

Antes de que alcanzara ―como se suele decir― el ‘uso de la razón’, vosotros ya llevabais varios años casados. Esto es por la diferencia generacional. Según la literatura sociológica, vosotros estáis entre la generación del “baby boom” y la “X”. Yo estoy en la “Y”, la de los “migrantes digitales”. Rara avis que yo llegara al mundo con esta importante diferencia de años con respecto a Marivi. Nunca he pensado en mi concepción como un error, pero creo que lo mío no debió ser una cosa muy planificada de antemano.

Y esto para mí es importante, pues al estar mi infancia muy vinculada a los primeros años de vuestro matrimonio, habéis sido para mí como unos segundos padres; unos padres, desde luego, más divertidos, que me sacabais por ahí, y yo disfrutaba mucho con vosotros. Recuerdo algunos fines de semana estar encerrado durante muchas horas en casa con mis padres (y que me perdone mi madre aquí presente, y mi padre en otro lugar) a los que yo veía un poco carrozas, pero luego llegaban Marivi y Antonio, y estaba siempre deseando que me preguntaran aquello de “¿te vienes con nosotros?”. No había dudas en mi respuesta.

Como ya he dicho, por la diferencia generacional, apenas tengo recuerdos de mi hermana Marivi antes de que conociera a Antonio. Sólo que compartimos algún tiempo habitación y ella se quedaba dormida con el libro abierto y la luz encendida (cosa que no le gustaba mucho a mi padre… Sobre todo, lo de la luz). Recuerdo que mi hermana se disgustó mucho cuando a mi me dio por ver el efecto que tenía ponerle unos petardos a un coche de colección que le regalaron. También ―pero esto ya no es que lo recuerde, sino que me lo han dicho― se que fue mi hermana Marivi la primera en cogerme en brazos cuando yo nací.

Pero la mayor parte de la infancia la recuerdo con Marivi y Antonio conviviendo juntos. Gracias a ellos mi etapa infantil fue más amena y llena de experiencias inolvidables. Recuerdo muchos fines de semana en los que me quedaba a dormir en su casa: veíamos películas como ‘Érase una vez america’ o el ‘Alguien voló sobre el nido del cuco’; restauramos el viejo villar de mi abuelo Valentín a base de lijar y lijar. En su casa descubrí el disco de ‘Hotel, dulce hotel’ de Joaquín Sabina que tantas veces me gustaba escuchar, y que ―supongo― fue la clave para que hoy sea mi artista preferido; me llevaban al ‘Kinos’, donde me pillé un dedo con una de esas puertas batientes de madera que tenían en el vestíbulo de entrada. Recuerdo ―cómo no― cuando Antonio me compró toda la indumentaria del Real Madrid en unas fiestas de Fuensalida, y me presenté en casa con todo puesto. A mi padre no le hizo ninguna gracia, y yo ya no iba a ser del Atleti, porque Antonio ‘molaba’ más, y yo quería ser como él, del Madrid.

Entré en mi etapa adolescente y mi vida siguió muy ligada a la de Marivi y Antonio. Marivi era una referencia a la hora de solucionar cualquier contratiempo y los trámites de mis estudios, matrículas, becas, etc. Antonio era la referencia para cuando se quería comprar algo más barato de su precio inicial, a saber, su habilidad de ‘regatear’, que yo, hasta entonces, pensaba que lo de ‘regatear’ era sólo una cosa que se le hacía a los defensas en el fútbol.

En esta etapa (Beatriz ya había venido al mundo y David estaba por llegar) yo estaba terminando la EGB en el Colegio San José de Fuensalida. Como podía quedarme los fines de semana y los veranos en casa de Marivi y Antonio ―incluso en la casa de los padres de Antonio, a los que yo consideraba también como familia― me permitía poder salir en Fuensalida con mis amigos del cole. Gracias a ellos, mi socialización en Fuensalida durante esa etapa hizo que hoy, en el pueblo donde vivo, no sea ningún desconocido. Recuerdo lo bien que me lo pasaba en las fiestas de Fuensalida. Primero salía con mis amigos, pero cuando mis amigos se tenían que recoger en sus casas, yo tenía el privilegio de seguir hasta que se hacía de día con mi hermana y mi cuñado en la discoteca la ‘Retos’, acompañado de sus amigos con los que, a pesar de la diferencia generacional, yo me reía un montón. No se me olvidará jamás aquel día en el que montamos los tres en el Opel Corsa de mi hermana para marchar a casa a dormir. Conducía Antonio, y al pasar por delante de la puerta grande de la ‘Retos’, algunos lo vacilaron de que no tendría valor para meter el coche dentro de la pista. Antonio lo intentó, con el fin de seguirles la corriente. Pero mi hermana, que se enfadó mucho ―yo pensé que era porque Antonio lo había aboyado un poco de un lateral―, hizo bajarse del coche a mi cuñado, se montó ella, y cuando pensaba que daría marcha atrás en un acto de sensatez, aceleró saltando los dos espejos retrovisores por los aires y lo metió directamente en la pista de la discoteca. De repente sonó un pasodoble, el de Nerva creo, y cuando me quise dar cuenta, había un montón de gente bailando encima del coche. ¡Qué dislate! Pero con el tiempo me di cuenta de que esta anécdota tenía un significado especial, por cuanto era característica de alguien al que apenas conocí, pero al que recuerdo mucho por su gran leyenda. Lo que no cabe duda es que Marivi y Antonio hicieron honor al nombre de la discoteca la ‘Retos’, es decir, superaron el reto.

La adolescencia, dejó de ser un tiempo donde en los veranos jugaba a las chapas con los amigos, para empezar a echar una mano en la imprenta. Todavía me acuerdo cuando estaba en la Calle Toledo de Fuensalida, debajo de casa de los padres de Antonio. Al principio iba a alzar y tareas de encuadernación. Mi curiosidad hizo que empezara a hurgar en los ordenadores, y mi cuñado intentó capitalizar esa curiosidad para que aprendiera los programas de diseño y así echarles una mano en su trabajo. Y así fue como estuve varios veranos, entre curso y curso, diseñando y componiendo carteles y folletos de publicidad, tarjetas comerciales, libros de fiestas, etc. junto a ellos, a Felipe y otros más. Fue mi primer trabajo remunerado. Eso sí, con retribución en especie, pero solía salir contento. El primer verano me gané una bici y podía presumir de tener la mejor entre mis amigos. En los siguientes veranos siempre acababa con u ordenador nuevo, y ello me permitió estar siempre digitalizado, antes incluso de que los sociólogos inventaran el término de ‘nativos digitales’.

Son muchos recuerdos más los que tengo con vosotros durante mi infancia y adolescencia, pero no voy a extenderme más, por el momento, porque no tengo intención de cansar a los invitados que hoy os acompañan. Sin embargo, quiero recordar dos más, que no son los más importantes, pero sí de los más memorables para mí. El primero es, que gracias a mi hermana Marivi, yo vi por primera vez el mar, cuando nos llevó a mi madre y a mí a Benicasim y Peñíscola. El segundo es, que gracias a mi cuñado a Antonio, que fue el que me llevó, pude ver en el Bernabeu el partido más emocionante que yo recuerdo del Real Madrid. Fue ―que me perdonen los aficionados del Barcelona aquí presentes― aquel en el que el Madrid le metió 5 al Barça, el 7 de enero de 1995. Él tampoco lo olvidará, se vino el doble de contento porque además cantó un bingo. Como veis, Antonio, Marivi, son éstas y otras muchas cosas más las que os tengo que agradecer.

Si antes he dicho que Marivi y Antonio fueron para mí como unos padres, menos extraño debe resultar si digo que en su casa siempre me he sentido ―y me siento― como en la mía. Lo mismo que yo piensa Rosa Elena, para los que vosotros, desde hace mucho ya, sois también su familia. Estoy seguro de que cualquiera, ya sea de la familia por parte de Antonio, como de la nuestra, e incluso muchos de vuestros amigos, piensa lo mismo que yo sobre que vuestra casa siempre está abierta y nos acoge como la nuestra. Es tanto así que ya hace tiempo que a San Roque, nº 4 lo denominé ‘La Sede’. Ya sabéis a lo que me refiero. En vuestra casa hemos pasado incontables momentos de reunión con la familia. Memorables y tradicionales son las cenas de reyes. Allí hemos visto y celebrado las victorias de la Selección Española de la Eurocopa y el Mundial donde fuimos campeones, y que tal vez podamos volver a repetir en estos días.

Voy a terminar con un deseo y una definición del amor. El deseo para vosotros no es sólo mío, sino de todos los que os acompañamos hoy aquí: que sigáis juntos muchos años más, y que todos podamos disfrutar de momentos cómo los que acabo de recordar.

En cuanto a la definición del amor, no voy a traicionar mi pretensión inicial de no caer en la lírica romántica. La definición del amor que yo os propongo, lejos de idealismos platónicos, se encuentra más en lo cotidiano de la vida real y se basa en la importancia del respeto. Pero no por ello, debe entenderse como un mero ejercicio de pragmatismo. No hay verdad absoluta, pero sí mejores maneras de acercarnos a ella. La definición del amor que yo os propongo es la que un día le oí al filósofo español Javier Sádaba, y dice así:

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«El buen amor es estar con una persona con la que puedes vivir muy a gusto, que ella pueda aceptar tus manías, tú las suyas, que aunque no sea necesario vivir con ella, es tal lujo, que no quisieras nunca dejar de vivir con esa persona, que vas recordando el pasado de tal manera que lo recreas y gozas mucho, y que piensas que hay una confianza tal que el futuro está siempre, si no hecho para ti ―puesto que del futuro no sabemos nada― sí tú con la otra persona puedes encarar con mucha tranquilidad el futuro».

(Javier Sádaba en Pienso, luego existo, La 2, emitido el 03/08/2012)

Rubén Crespo Gómez
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Discurso pronunciado en la celebración de las Bodas de Plata de Marivi y Antonio en el Salón Peña ‘El Bullicio’, Portillo de Toledo, a 16 de junio de 2012

‘Foucault y la política’. Una política combativa al alcance de todos

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Reseña de:

José Luis Moreno Pestaña

Foucault y la política

Madrid, Tierradenadie ediciones, 2011

Descargar texto en pdf

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Foucault y la política es la versión en español del texto más breve: Foucault, la gauche et la politique[1], publicado unos meses antes en Francia y que ha generado debates controvertidos en torno a la figura de Foucault. Tanto en España como en Francia, José Luis Moreno Pestaña (profesor de Filosofía en la Universidad de Cádiz) ha alcanzado notoriedad por sus extensos conocimientos en la obra de Michel Foucault. No sólo de Foucault, también de otros grandes autores del pensamiento contemporáneo francés como Pierre Bourdieu[2] y Jean-Claude Passeron.[3]

Moreno Pestaña (en adelante MP) realizó su tesis sobre Foucault.[4] Tras estudiar la obra de Pierre Bourdie y conectar con diferentes miembros en el Centre de Sociologie Européenne, perteneciente a la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) de París, volvió a reescribir su tesis. Esta vez, con la ayuda de la metodología etnográfica de Bourdieu y en el marco de la sociología del conocimiento, integró la ‘sociogéneis’ de Foucault en su obra, lo que le permitió un mayor acercamiento y una mejor comprensión de la complejidad de su pensamiento. El resultado fue Convirtiéndose en Foucault. Sociogénesis de un filósofo[5], un libro publicado en 2006 que lejos de las mitificaciones y encumbramientos de los grandes pensadores, muestra a un Foucault más humano e incorpora su contexto personal, intelectual y familiar, el cual “nos permite relacionar lo que vive y lo que hace con lo que piensa y lo que dice”.[6]

Podríamos decir, con la metáfora: una vez que MP se ha convertido en Foucault, después de rastrear de cerca sus huellas y explorar minuciosamente el entorno del suelo que pisó, después de indagar cómo fue su periodo de formación, sus antecedentes familiares, el estigma de su homosexualidad, sus miedos, sus fracasos… en definitiva, después de presentar al lector a un Foucault a ras del suelo lejos de mitos y veneraciones, ahora, con Foucault y la política, MP despeja el pensamiento de Foucault de cualquier tipo de escolástica y presenta su obra integrando tres niveles de análisis: “su experiencia social, su trayectoria académica e intelectual y sus compromisos políticos” (p. 8); un marco interpretativo relevante para comprender lo que tiene de interesante el pensamiento de Foucault para el análisis político.

El objetivo fundamental del libro es dar respuesta a la pregunta ¿son útiles las ideas de Foucault para transformar el sistema capitalista y llevarlo a que respete un pacto social más ecuánime? Sin duda, MP ha interpretado sabiamente la ‘caja de herramientas’ a la que Foucault se refirió como el resultado pretendido de su trabajo[7], y ha conseguido dar respuesta a esta pregunta sacando a flote el potencial del pensamiento político de Foucault para ampliar nuestro conocimiento de cómo funciona el poder y para abordar la complejidad de conflictos sociopolíticos actuales como, por ejemplo, el malestar social y el fenómeno de indignación del 15M.

MP, desde la sociología de la filosofía, su área de investigación más prolífica, analiza cronológicamente la obra de Foucault vinculándola a su trayectoria social, su producción filosófica y las posiciones políticas que fue adquiriendo a lo largo de su vida. Para ello, lo primero que hace es evitar ‘el peligro escolástico’. Si se pretende analizar el discurso político abstrayéndolo de su contexto, se corre el riesgo de prestar el análisis a usos conflictivos y a efectos imprevistos. Con tal fin, Moreno Pestaña hace uso de las enseñanzas de Ortega y Gasset, para el que la escolástica “es toda exposición de la filosofía recibida sin comprender el ámbito cultural, el espacio social o el tiempo histórico en el que se produjo” (p. 9). Ejemplos de abordaje escolástico de Foucault serían: relacionar a Foucault con otros autores sin saber si él mismo los leyó; el análisis simplificador de su obra; o atribuir a sus ideas el carácter de axiomas irrefutables.

Foucault, que inicialmente estudió Psicología[8] y fue profesor de esta disciplina durante su primera etapa docente, fue ante todo un filósofo. Es importante destacar que Foucault hizo filosofía como una práctica ‘abierta’ (filosofa hacia el exterior de los círculos académicos) y ‘recurrente’ (los acontecimientos históricos interesantes para la filosofía pueden estudiarse en cualquier momento con la misma validez que cuando se produjeron). Con este enfoque es posible una conexión más óptima entre la filosofía y la política. De esta manera, Foucault sigue encontrando problemas de importancia filosófica en la vida cotidiana y “amplia las fronteras del campo político a cuestiones despolitizadas” (p. 24).

Que Foucault se moviera entre los limites de “la filosofía y la no-fiolosofía” fue visto en su época con recelos por una buena parte del mundo académico institucionalizado de la disciplina. Sin embargo, esto le lleva a conectar con profesionales de diversas disciplinas y con un público más híbrido y extenso. Por esta razón, Foucault tendrá algunas dificultades para autodefinirse en lo que hace: “A decir verdad, no soy un filósofo. No hago filosofía en lo que hago, y si tuviera que denominarme, darme un título para decir lo que soy, confieso que estaría en un terrible aprieto”.[9]

Tras leer los primeros capítulos, en los que se analizan algunas de sus obras como Enfermedad mental y psychologie (1954; reed. en 1962)[10], Historia de la locura (1972)[11], Nacimiento de la clínica (1963)[12], Las palabras y las cosas (1966)[13], es fácil que el lector se pregunte qué significaciones políticas tienen estas obras. En sí mismas, pocas, y cuando las tienen, son poco definidas y, sobre todo, difíciles de combinar con corrientes de izquierdas como reconoce el mismo Moreno Pestaña, por ejemplo, sobre Las palabras y las cosas (p. 52). No obstante, la trayectoria social y las disquisiciones filosóficas de este periodo ―de ahí la importancia de su ‘sociogénesis’ que se va desarrollando durante toda su obra―, no exenta de contradicciones, serán cruciales para entender más adelante sus análisis sobre el poder desde las dimensiones filosófica y política.

En Historia de la locura podemos encontrar tres aptitudes en Foucault que apenas cambiarán a lo largo de su obra. La primera es una profunda crítica a las ciencias humanas (o sociales). Foucault tenía un concepto de la ciencia muy exigente, y para él, la psicología o la psiquiatría, no podían ser consideradas ciencias por las grandes dificultades a la hora de definir variables comparables y por no poseer un lenguaje preciso y único que tuviera una suficiente correspondencia con la realidad a estudiar. La segunda aptitud es una conciencia antidialéctica. “La razón dialéctica se caracteriza por asumir que lo negativo es un momento de lo positivo y que, gracias a las contradicciones, la historia avanza” (p. 30). Pero Foucault ve en la dialéctica un mecanismo para justificar las injusticias[14]. La tercera aptitud es una resistencia pertinaz a la domesticación moderna. Así, en el caso de la locura, aunque el discurso dominante es que la época moderna trata mejor la locura que la época clásica, Foucault se opone con un discurso de resistencia mostrando que la locura se ha reducido a la categoría de enfermedad, deja de ser vista como una experiencia humana (el abandono a las pasiones) y pasa a ser una simple desviación de la norma (la normalización que la psicología o la psiquiatría se encargan de definir e imponer).

En Las palabras y las cosas, Foucault continúa con la crítica a las ciencias sociales, esta vez, asumiendo bases epistemológicas más definidas (las epistemes) que en la anterior. Además, en esta obra incluye en sus críticas de forma manifiesta a la sociología (campo en el que tenía algunos compañeros con cierta afinidad como Passeron) junto a la psicología y la psiquiatría como no-ciencias que se aprovechan de otras que lo sí son como las matemáticas. Las ciencias sociales ―dirá― relativizan conceptos de otras ciencias y de la filosofía, y terminan por operar siempre en un marco dialéctico. Curiosamente, hace algunas reservas para otras disciplinas como el psicoanálisis o la etnología, por considerarlas reflexivas y capaces de comprender sus condiciones sociales de posibilidad. MP se pregunta ―y yo también― qué le llevó a Foucault a pensar que no podría serlo igualmente la sociología o la psicología.

¿Se equivocaba Foucault en su insistente desprestigio hacia las ciencias sociales? No debemos olvidar los efectos subjetivos de su ‘sociogénesis’ que están implícitos en el análisis que hace MP de manera continua en todo el libro. Quizás, Foucault no llegó a plantearse que al final la ‘caja de herramientas’ que deja como legado tendría tanta o más influencia en las ciencias sociales que en otras disciplinas a las que tenía en mejor estima[15]. Al menos se pueden obtener dos lecturas de esta actitud; una, que a pesar de que Foucault investigó bordeando las fronteras de la filosofía, jamás fue su pretensión abandonarla. Una filosofía como práctica abierta hacia el exterior, sí, pero también un ejercicio de afuera a dentro, recoger del exterior para enriquecer el interior. Y este ejercicio está en la base de la tarea filosófica que Foucault definió en su último curso en el Colegio de Francia y que MP nos recuerda su gran importancia: “la filosofía sirve para recordarnos que cualquier verdad exige condiciones políticas y produce un tipo de sujetos; que cualquier relación de poder reclama tipos de verdad y conocimiento y formas de ser particulares; que todo habitus[16] exige soportes cognitivos que lo defiendan y relaciones políticas que lo permitan” (p. 58). Y esta es, básicammente, la dimensión filosófica que Foucault incorpora al análisis del poder, una filosofía (la hagan o no filósofos de profesión) que nos ayuda a descubrir las relaciones mutuas de la verdad, la ética y la política. La otra lectura ―que es una interpretación personal mía― es que a las ciencias sociales (sobre todo a la sociología, que es la parte que más me toca) lo mejor que les puede suceder es tener críticos como Foucault, pues, al incorporarlos a su autocrítica, al valorar sus errores y al plantear reorientaciones, las ciencias sociales tienen más posibilidades de avanzar hacia un ethos más legítimo, que no sólo a una mera profesionalización que sólo se justifica por un sector dominante que asegura sus competencias.

Respecto a la utilidad que tiene la obra de Foucault para las identidades políticas, sobre todo para la renovación del pensamiento de izquierdas lejos del marxismo[17], la clave no está en la propia experiencia biográfica de Foucault. El activismo político de Foucault fue muy variable. Durante su formación en la ENS (École Normale Supérieure) fue comunista; estuvo cerca del poder gaullista en sus primeros años universitarios; a partir de Mayo del 68[18] se convierte a la ultraizquierda que, posteriormente, tomo la deriva hacia una izquierda no estatalista  con un acercamiento al diálogo con el neoliberalismo[19]. Estas contradicciones políticas, que parecen explicarse sólo por modas de cada momento, no deben confundirse con su filosofía de la política y del poder. MP ofrece dos explicaciones a esta variabilidad en las definiciones políticas de Foucault: la primera supone verle como un agente racional que calcula sus intereses en sus incursiones políticas y que se transforman según las coyunturas que aparecen en su historia de vida. La segunda, algo más compleja, “considera a un individuo como el resultado de cadenas de interacción enmarañadas que van anudándose en un modo de ser” (p. 37). Pero la clave está en que en el individuo coexisten diversas formas de ser como consecuencia de las diferentes experiencias que se van reuniendo y que en algunos casos llegan a ser totalmente opuestas. Esto explica las capas que se van acumulando en su comportamiento y que le permite unas veces ser plural y ajustarse a la situación, y otras, un comportamiento totalmente contradictorio.

¿Significa esto que podría haber un Foucault para cualquier concepción política? “No. ―nos advierte MP― Hay posiciones imposibles de de encontrar en Foucault: además de las aberraciones políticas (fascismo o estalinismo), Foucault no fue socialdemócrata estatista ni liberal radical” (p. 120).

Tras los acontecimientos de Mayo del 68, es cuando Foucault empieza a incorporar la dimensión filosófica al campo de la política y el poder, “amplia sus fronteras y empieza a incorporar ámbitos que antaño se consideraban ayunos de cualquier juego de poder” (p. 55). A partir de ese momento empieza a tener una audiencia más politizada. Foucault hace filosofía política proponiendo dos vías: una, “retrocediendo hacia atrás y obteniendo una visión de nuestro lugar en el conjunto del mundo, después de haber reconstruido la historia de la que venimos” (p. 58), y la otra, persiguiendo los principios íntimos que rodean nuestro comportamiento, es decir, “las prácticas que hemos incorporado: «En el cuerpo, se encuentra el estigma de los acontecimientos pasados, tanto como en él nacen los deseos, los desfallecimientos y los errores»” (p. 59).

Lejos de los grandes tratados de teoría política omniabarcante, Foucault analiza el poder en un ámbito micro (las micro-estructuras del poder) e investiga cómo las relaciones de poder moldean la experiencia cotidiana de los individuo. En este sentido, Foucault es deudor del concepto de genealogía de Nietzsche. En el campo de la ‘verdad’ (no se tiene siempre un acceso completo a la realidad y por lo tanto expresar la verdad es muy difícil; sin embargo, Foucault nunca renunció a la noción de la verdad en su trabajo científico) se incorpora la genealogía para explicar la ontología del sujeto, es decir, cuál es la genealogía que permite convertirnos en objetos de conocimientos en cada momento histórico. En el campo del ‘poder’, la genealogía sirve para explicar cómo nos convertimos en sujetos de acción que influye y domina a los demás (la etnografía del poder). Así, Foucault habló de conceptos como la ‘anatomopolítica’ (la inserción de la política en la anatomía humana); y la ‘biopolítica’ (o ‘biopoder’ que intenta controlar y fortalecer la vida de los individuos en su conjunto). Mientras la biopolítica se encarga de la vida colectiva, la anatomopolítica tiene por objeto los cuerpos.

Foucault ejerció una gran crítica contra el socialismo estatalista por “carecer de método para gobernar a las poblaciones” (p. 91). Por una parte ve en el estatalismo una gran tendencia a pensar en el Estado como una máquina de dominación invulnerable, y por otra, considera que la crítica marxista (los marxistas ven al Estado como un sistema organizado por los intereses de las clases dominantes). Foucault prefiere hablar de los efectos imprevistos, es decir: “El Estado puede engendrar burocracia, pero también igualdad” (p. 93).

En cuanto al análisis del ethos neoliberal, Foucault se interesa por la construcción del individuo en el sistema neoliberal contemporáneo. El neoliberalismo ―dirá― rompe con el liberalismo clásico y no se fundamenta ya en el laissez faire: una economía libre y la ausencia de la intromisión política; al contrario, el neoliberalismo tiene cada vez más necesidad de ser intervencionista persiguiendo su principal objetivo, que los individuos se adapten al mercado. Es necesario la intervención, al menos en dos ámbito: “por un lado, el patrimonio genético de los individuos y, por otro, en su educación” (p. 99).

Si el neoliberalismo “concibe al individuo como un simple empresario de sí mismo que maximiza sus recursos en función de sus proyectos” (p. 102), Foucault, a través de un economicismo antropológico, ofrecerá una ética del sujeto muy diferente a la propuesta por la tradición individualista del homo æconomicus (preferidor racional)[20], y preferirá antes que el paradigma de la ‘disciplina’, cuyo objetivo es reglamentar la realidad social, el paradigma de la ‘seguridad’, que permite actuar sólo en niveles determinados[21]. Para Foucault la disciplina resulta utópica, mientras la seguridad es la que ha permitido el desarrollo del capitalismo económico, aunque no era el objetivo inicial.

A finales de los años 70, las simpatías o, mejor dicho, las no antipatías de Foucault hacia algunas de las concepciones neoliberales parecen evidentes. Por mucho que le pese a buena parte del sector intelectual de la izquierda, sobre todo la que intenta renovarse a través del pensamiento de Foucault, MP, sin fallar a su compromiso científico y crítico, deja claro que así fue y no descarta la posibilidad de una derecha neoliberal que se inspira también en Foucault. No obstante, MP deja algunos interrogantes sobre esta valoración. Puesto que el neoliberalismo no era todavía muy visible, estaba gestándose en aquella época, es muy posible que Foucault no valorara suficientemente este proceso. MP también hace una oportuna observación al afirmar que aunque el sistema neoliberal “no le era completamente antipático”, Foucault no se preguntó en ningún momento por los efectos que este sistema tenía en la desigualdad social. Esto puede ser debido ―a mi juicio― al haber subestimado Foucault a ciencias sociales como la sociología, la que desde un principio ―y una de las causas de su nacimiento―  hizo de la desigualdad social uno de sus objetivos prevalentes de estudio (y así continúa siendo).

Como en los mejores best-sellers, lo mejor del libro está al final, en el último capítulo: Cuidado de sí, cuidado del otro; pero no se trata de una estrategia literaria deliberada por MP, es algo que resulta obvio cuando se reconoce la talla de Foucault. Los mejores filósofos y pensadores sociales que han pasado a la categoría de clásicos, o de clásicos contemporáneos, suelen alumbrar sus mejores ideas en su etapa más madura. En la década de los 80, Foucault se dedicó por entero a estudiar el pensamiento grecorromano y lo aplicó a los dos últimos trabajos de su carrera: la experiencia de la sexualidad y las técnicas de trabajo sobre uno mismo. Foucault intenta dar respuestas a la pregunta ¿cómo hemos de comportarnos considerando el efecto de nuestra personalidad que ha venido configurándose a través de nuestras experiencias vitales? En las éticas grecorromanas descubre que “el cuidado de sí se encontraba vinculado al cuidado del otro” (p. 107).

Foucault parte del hecho de que vivir significa asumir riesgos que no pueden ser protegidos públicamente. Para los neoliberalistas que les preocupaba el exceso de gobierno, Foucault ofrece una nueva alternativa al considerar que “el hecho de ser gobernados nos volvía solidarios a los seres humanos” (p.108). A partir de las relecturas del pensamiento de los estoicos y de los cínicos, el pensamiento político de Foucault produce dos ideas importantes. La primera, “una reflexión sobre los recursos necesarios para ser reconocido en la interacción cotidiana”[22]. Los hábitos son importantes para comprender que es nuestra personalidad, con la acumulación de las experiencias que nos preceden, la que nos permite tomar decisiones sobre nuestra vida que impliquen valores sociales, incluso, compromisos políticos. La segunda idea, influida por el pensamiento estoico, es “que todos los seres humanos ―y no sólo la élite gobernante― deben ocuparse de sí mismos y hacerlo no sólo en la juventud, o cuando uno se está formando, sino en todos los momentos de la vida” (p. 109). Se trata, pues, de obtener un habitus que deberemos seguir desarrollando continuamente.

Al pensar sobre la producción de los habitos, Foucault analizará con exhaustividad el concepto de la parresia con el fin de resolver el problema de ‘cómo decir la verdad’ y cómo se vincula ésta con la política según el contexto sociohistórico: “en qué condiciones institucionales puede decirse la verdad (democracia, monarquía […]) y cuáles son las condiciones personales (coraje personal, tipo de habitus y temperamento) para proferir y escuchar la verdad” (p. 111).

Siguiendo tres discursos de Pericles que Tucídides describe en Historia de la guerra del Peloponeso, Foucault analiza la parresia y describe tres condiciones de posibilidad: la epistemológica (la verdad), la moral (la ética) y la política (el poder). A través de la parresia Foucault teoriza sobre las asambleas democráticas como un espacio rectangular donde para que sea posible una autentica ‘palabra libre’ deben cumplirse cuatro condiciones: las formales, de prestigio, de verdad y de coraje físico. Serán estos cuatro ángulos los que permitan “la imbricación en la experiencia de la asamblea democrática, sin confundirse, de verdad, ética y poder” (p.113). Según MP, Foucault olvidó aclarar cuáles debían de ser las condiciones sociales y materiales para el acceso y la práctica de la palabra libre.

En suma, Foucault propone una “política filosófica pegada a la tierra, combativa, sostenida sobre un habitus entrenado para la desgracia e independiente de todo poder y doctrina” (p.117). El pensamiento político de Foucault, en esta última etapa, hace posible que exista un vínculo entre la experiencia íntima y la expresión política. Un vínculo que está en el corazón de movimientos sociales y acciones colectivas como el 15M[23]. De ahí la utilidad de su ‘caja de herramientas’ que ha ampliado nuestro horizonte en las cuestiones políticas más actuales, nos ha mostrado cómo funciona el poder con un enfoque antes desconocido, y nos puede ayudar a construir una mirada más crítica hacia los mecanismos estatales de la integración social y la garantía de la libertad.

Foucault y la política es un libro no sólo para apasionados del pensamiento de Foucault o los que busquen en el herramientas para enriquecer su formación política, es también un libro para aquellos que sólo conocen a Foucault de oídas o por las citas sobre algunos de sus conceptos más conocidos que pueden haber encontrado a través de otros autores o manuales de estudios de diversas disciplinas sociales. El libro es pequeño, pero su contenido es muy compacto porque el estilo de escritura de MP no suele abundar en redundancias y recapitulaciones. Es fácil que en ocasiones el lector tenga que volver atrás para releer y fijar con más detenimiento ideas que se van entretejiendo en capítulos posteriores. Por el contrario, la densidad y claridad de la información que se ofrece en las páginas del libro hace que la relectura sea una tarea reconfortante porque siempre se redescubre en el texto de MP nuevos matices que mejoran la comprensión de un autor tan complejo como Foucault, máxime, si además se trata de comprender su producción teórica incluyendo su trayectoria social y sus concepciones política.

Con Foucault y la política, Moreno Pestaña, haciendo uso precisamente de una de las herramientas que el propio Foucault engendró, la arqueología del saber, ha estudiado en profundidad la propia historia del saber de Foucault, ha conseguido sumergirse en la espesura del celaje de su influencia mediática para cruzar, capa por capa, todo el pensamiento que fue integrándose en Foucault a través de sus experiencias sociales hasta llegar a su propio suelo. Una vez en él, ha estudiado su topología y nos ha trazado una cartografía más detallada y comprensiva de su pensamiento. Continuando la metáfora, el mito a ras de suelo, pero con todas las propiedades extraordinarias que tiene el mito al alcance de todos. Un manual de instrucciones de la ‘caja de herramientas’ de Foucault para comprender el actual estado de las cosas, y si no nos gustan, para tener capacidad de cambiarlas mediante una política combativa pegada a la tierra.

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Rubén Crespo
Estudiante de Sociología en la UNED
a 14 de mayo de 2012

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Notas:

[1] Moreno Pestaña, José Luis. 2011. Foucault, la gauche et la politique. Textuel.

[2] Véase: Moreno Pestaña, José Luis. 2012. “Sobre la actualidad del Oficio de sociólogo” en las jornadas El oficio de sociólogo. El legado de Pierre Bourdieu. Círculo de Bellas Artes en Madrid (http://moreno-pestana.blogspot.com.es/2011/12/sobre-la-actualidad-del-oficio-de.html).

[3] José Luis Moreno Pestaña ha traducido El razonamiento sociológico: el espacio comparativo de las pruebas históricas de Jean-Claude Passeron, Madrid, Siglo XXI, 2011. / Véase también: Moreno Pestaña, José Luis. 2003. ¿Qué significa argumentar en sociología? Revista Española de Sociología Nº 3, pp. 51–67.

[4] Reseñado en: Campillo Meseguer, Antonio. 2011. “Foucault político, Foucault desconocido” en la Web de Antonio Campillo en la Universidad de Murcia. (http://bit.ly/IT25qg).

[5] Moreno Pestaña, José Luis. 2006. Convirtiéndose en Foucault: sociogénesis de un filósofo. Ediciones de Intervención Cultural, S.L. / Véase también: Fernández Zubieta, Ana. 2006. Reseña de Convirtiéndose en Foucault. Revista Española de Sociología Nº 6, pp. 131–134.

[7] Foucault, Michel. 1974. “Prisons et asiles dans le mécanisme du pouvoir” en Dits et Ecrits, t. II. Paris: Gallimard, 1994, pp. 523–524.

[8] Foucault sufrió de depresiones, llegando incluso a intentar suicidarse, por la angustia que le supuso su homosexualidad. Debido a estos episodios, estuvo en tratamiento psiquiátrico, momento en el que empezó a interesarse por la psicología. Así, Foucault se licenció primero en Psicología, pero luego, años después, obtuvo también la licenciatura en Filosofía en 1952. Foucault daba clases de Psicología en Clermont-Ferrand, pero al final empezó a gustarle poco este trabajo por la aversión que fue tomando hacia esta disciplina.

[9] Philippe Calderon. 2003. Michel Foucault par lui-meme. ARTE France / BFC Productions.

[10] Foucault, Michel. 1962. Maladie mentale et psychologie. París, PUF.

[11] Foucault, Michel. 1972. Histoire de la folie à l’âge classique. París, Gallimard.

[12] Foucault, Michel. 1963. Naissance de la Clinique. Une archéologie du regerd médical. París, PUF.

[13] Foucault, Michel. 1966. Les mots et les choses. Une archéologie des sciencies humaines, París, Gallimard.

[14] La noción que Foucault tiene de la dialéctica nada tiene que ver con la de Ortega y Gasset: una dialéctica como síntesis de conocimientos especializados con vocación práctica. Moreno Pestaña se apoya con frecuencia en Ortega y Gasset para explicar o poner en contradicción las ideas de Foucault.

[15] Por ejemplo, buena parte de la obra de Jean-Claude Passeron es un diálogo con las críticas de Foucault a las ciencias sociales.

[16] Habitus: concepto esencial en el pensamiento de Bourdieu para explicar la socialización y el sentido práctico. El habitus o los habitus son, según la definición de Bourdieu: sistemas de «disposiciones» duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas para funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y representaciones que pueden estar objetivamente adaptadas a su fin, sin suponer la búsqueda consciente de fines y el dominio expreso de las operaciones necesarias para alcanzarlos, objetivamente «reguladas» y «regulares», sin ser el producto de la obediencia a reglas y, a la vez que todo esto, colectivamente orquestadas, sin ser producto de la acción organizadora de un director de orquesta. (Castro Nogueira, Luis, Miguel Ángel Castro Nogueira, y Julian Morales Navarro. 2008. Metodología de las ciencias sociales: una introducción crítica. Tecnos. p. 827).

[17] Foucault dejó de creer en la revolución capitalista, propuso la desmarxitización de la izquierda y criticó la concepción de la economía de Marx porque no era tan innovadora como otros autores posteriores escribieron; sin embargo, donde sí lo consideraba innovador fue en su concepción histórica.

[18] Cuando estalla el conflicto de Mayo del 68, Foucault se encuentra en Túnez, y fue su compañero Daniel Defert quien lo mantuvo al día.

[19] Esta variedad de posiciones políticas en la trayectoria biográfica de Foucault, que Moreno Pestaña se ha atrevido a incorporar con puro sentido crítico, es la que ha causado los polémicos debates a los que me referí al inicio de este texto. A pesar de que Moreno Pestaña insiste en evitar caer en el simplismo de atribuir a Foucault una u otra adscripción partidaria, por el hecho de que Moreno Pestaña atribuye una cercanía de Foucault al gaullismo en los años 60 y su simpatía con algunos planteamientos del neoliberalismo, algunos comentaristas de la edición francesa lo han malinterpretado y lo han visto como un ataque personal hacia Foucault.

[20] Homo æconomicus: “idealización elaborada en el seno de la teoría económica neoclásica. Representa un individuo/consumidor racional y egoísta, dotado de consistentes sistemas de preferencias [preferidor racional] y creencias que actúa de acuerdo con el principio de maximización de la ganancia o bienestar y minimización del coste. (Castro Nogueira, Luis, Miguel Ángel Castro Nogueira, y Julian Morales Navarro. 2008. Metodología de las ciencias sociales: una introducción crítica. Tecnos. p. 828).

[21] Puesto que Foucault ya había considerado el poder como una relación y no como una propiedad, el rechazo a la disciplina y la tolerancia a la seguridad se debe a que acepta las relaciones de poder siempre y cuando éstas sean reversibles y no impliquen una estructura de dominio, es decir, “sí a las relaciones de poder cuando no son jerárquicas”. (Roca Jusmet, Luis. 2012. Reseña de Foucault y la política en: hexis. filosofía y sociología (http://moreno-pestana.blogspot.com.es/2012/02/resena-de-luis-roca-en-el-viejo-topo.html).

[22] En terminología de Bourdieu, se trataría de los diferentes capitales y su valor en relación con los contextos sociales.

[23] Véase la conferencia que Moreno Pestaña ofreció el 3 de junio de 2011 en el marco de un ciclo de reflexiones sobre el 15-M, organizado por el grupo de trabajo, ‘Debate teórico’ de la Plaza del Carmen de Granada. en: Moreno Pestaña, José Luis. 2012. “Pensar los hábitos democráticos con Michel Foucault”. Cisolog. Ciencia Sociológica. Retrieved (http://cisolog.com/sociologia/pensar-los-habitos-democraticos-con-michel-foucault/)